Pedro Rodríguez - DE LEJOS

A pesar de todo, funciona

El longevo sistema democrático de Estados Unidos vuelve a dar una lección de resistencia

Pedro Rodríguez

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Dentro del bizantino e indirecto sistema que desde finales del siglo XVIII es utilizado por Estados Unidos para elegir a los ocupantes de la Casa Blanca, los 538 miembros del Electoral College resultado de las elecciones celebradas el 3 de noviembre han podido reunirse este lunes en cada de una de sus respectivas jurisdicciones (los cincuenta Estados de la Unión y el Distrito de Columbia). Y lo que es más importante, han logrado votar al próximo presidente y vicepresidente de Estados Unidos.

A pesar de sus grietas evidentes, complicadas por las intenciones nefarias de Donald Trump, el sistema democrático de EE.UU. ha vuelto a dar una lección de resistencia mucho más allá de su longevidad. Las instituciones han terminado por imponerse a una tóxica sobredosis de emociones y crispación, a los múltiples intentos de sabotaje para revertir resultados, e incluso han conseguido esquivar los peores presagios de violencia política en un país de gatillo demasiado fácil.

Parece que la peligrosa opción de dilucidar diferencias políticas a tiros ha quedado relegada al terreno de lo inconcebible por una pandemia totalmente fuera de control. En estos momentos, cuesta bastante reconocer a EE.UU. como un país avanzado al acumular más muertos diarios que los sufridos en la ofensiva terrorista del 11-S y un total de fallecimientos por COVID-19 que al rozar los 300.000 ya supera al de todos los americanos caídos en combate durante la Segunda Guerra Mundial.

Ante los reiterados esfuerzos del trumpismo por deslegitimar estas elecciones destaca el papel jugado por la infantería constitucional: jueces de primera instancia y modestos funcionarios que nunca pensaron en salir por televisión. Tras sucesivos recuentos y querellas, los resultados son los que son: 81,2 millones de votos para Biden y 74,2 millones para Trump, con un claro ganador en el Colegio Electoral. Hasta los nueve magistrados del Tribunal Supremo federal, por unanimidad, también se han sumado el anhelo de que las elecciones presidenciales vuelvan a ser aburridas.

Al final, resulta que nadie ha robado nada a nadie.

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