Pedro Rodríguez - De lejos
Perdedores y fracasados
Las decisiones castrenses de Trump contrastan más que nunca con su crónica falta de respeto
No era un secreto. Cuando el Covid-19 parecía sólo un cuento chino, la estrategia de Trump para conseguir otros cuatro años en la Casa Blanca se basaba en las dos P: paz y prosperidad. Esta combinación, suele resultar infalible en la búsqueda de un segundo mandato. De hecho, en un 90 % de las elecciones celebradas desde 1928, los votantes americanos han optado por renovar a sus gobernantes cuando el índice bursátil S&P 500 se ha mantenido en positivo durante los tres meses previos a la cita con las urnas.
Con el colapso económico provocado por la pandemia, la prosperidad trumpiana ha quedado relegada a la vieja normalidad. Sin embargo, la paz se mantiene como una importante baza para un presidente que gusta presentarse como renegado del orden liberal internacional y liquidador de las guerras sin final promovidas por las élites globalistas del «America Last».
Para acabar con las llamadas «never ending wars», la Administración Trump ha hecho arrumacos diplomáticos con toda clase de regímenes indeseables; ha llegado a entenderse con enemigos declarados nivel talibán; y en su oportunista retirada de la escena internacional ha dejado abiertos huecos que otras potencias rivales han aprovechado inmediatamente.
Aunque el presupuesto de defensa de EE.UU. no tiene comparación posible, Trump ha aumentado los recursos del Pentágono, incluso mejorando sueldos. La última orden del presidente ha sido reducir a un mínimo nivel los efectivos desplegados en Irak, pasando de 5.200 tropas a 3.000. Con la idea de hacer lo mismo en Afganistán, rebajando a la mitad su actual contingente de 8.600 soldados.
Todas estas decisiones contrastan con la crónica falta de respeto de Trump hacia todo y todos. Especial impacto negativo ha tenido la información de la revista The Atlantic, corroborada ni más ni menos que por Fox News, sobre el presidente calificando a los soldados americanos caídos en la Primera Guerra Mundial como «perdedores» y «fracasados». En su falsedad populista, los militares no son más que un patriótico elemento decorativo.
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