Pedro Rodríguez - DE LEJOS
Metamorfosis o aceleración
El mundo transformado por la pandemia amenaza con una mayor recesión en libertades y valores
Siempre a vueltas con el orden mundial, Henry Kissinger lo tiene claro: de la actual atmósfera surrealista del Covid-19 emergerá un mundo diferente. Como ha explicado en el «Wall Street Journal», cuando la pandemia acabe resultará inevitable un ajuste de cuentas por los fallos de gestión acumulados por diferentes gobiernos: «Las naciones se unen y prosperan en la creencia de que sus instituciones pueden prever la calamidad, detener su impacto y restaurar estabilidad. Cuando la pandemia termine, las instituciones de muchos países se percibirán como un fracaso».
Desde su pesimista punto de vista (a los 96 años no parece que vaya a empezar a dudar de su realismo político), Kissinger advierte que el virus tiene la habilidad de disolver sociedades y causar profundas perturbaciones sociales, económicas y políticas con el consiguiente sufrimiento a repartir entre más de una generación. Y para que los efectos de esta epidemia no sean totalmente devastadores, «Big K» receta un esfuerzo titánico en tres frentes: lucha contra las enfermedades infecciosas, reconstrucción de la economía mundial, y salvaguarda del orden liberal internacional.
A modo de contraste, Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, ha argumentado que no toda gran crisis necesariamente tiene que ser un punto de inflexión histórica. Y ante el dilema de metamorfosis o aceleración, Haass considera que el mundo pospandemia va a resultar demasiado familiar. Según sus reflexiones, lo previsible es una mayor aceleración en tendencias geopolíticas ya consolidadas.
Según Haass, EE.UU. tendrá menos influencia en el mundo. Aunque el «modelo americano» lleva ya bastante tiempo perdiendo atractivo, para beneficio de potencias como China o de populistas como Trump con su «America First». La pandemia también tiene el potencial de reforzar la «recesión democrática» evidente durante los últimos 15 años; y actuar como bonanza para el nacionalismo en detrimento del multilateralismo, empezando por el proyecto europeo puesto una vez más a prueba a pesar de llevar tiempo perdiendo fuelle.
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