Pedro Rodríguez - DE LEJOS
Más Estado que nunca
La pandemia, tan beneficiosa para populistas de izquierda y derecha, amenaza al liberalismo
Los liberales de verdad -no confundir con los oportunistas de la privatización y libertarios del chanchullo- tienen sobrados y legítimos motivos para preocuparse ante las consecuencias políticas, económicas y sociales del Covid-19. Aunque la politización de la respuesta a la catástrofe sanitaria está resultando especialmente beneficiosa en algunos países para populistas de izquierda y derecha, el liberalismo corre el peligro de convertirse en un lujo del pasado insostenible en el mundo de la pospandemia.
Dentro de la tradición liberal forjada por Adam Smith, John Stuart Mill, la Ilustración y la Declaración de Independencia Americana destacan una serie de cuestiones esenciales que se han visto directamente afectadas por los efectos devastadores del coronavirus. En esa lista de líneas rojas, ahora mucho más difuminadas que hace dos meses, figuran desde los límites al poder del Estado hasta el balance entre derechos individuales y colectivos, pasando por la privacidad de los ciudadanos y la existencia de derechos universales.
Como argumentaba Gideon Rachman en el Financial Times, si el liberalismo gozase de una preexistente buena salud, esta involución podría resultar temporal y revertirse al salir del profundo agujero del coronavirus. El gran problema es que el liberalismo además de su polisemia arrastra una década miserable, marcada por la crisis financiera del 2008 y sus secuelas. Durante este periodo, la izquierda radical y la derecha nacionalista no han perdido el tiempo. Todos juntos se han encargado de convertir lo «liberal» en sinónimo de corrupción y elitismo.
Sin embargo, el liberalismo con un obligado examen de conciencia debería ser más relevante que nunca ante la mayor expansión de autoridad gubernamental registrada en varias generaciones y que coincide con una pésima gestión pública, graves vulnerabilidades sociales y una problemática desigualdad. Sin liberalismo será todavía más difícil superar el coma económico inducido para reducir las muertes del coronavirus, por muchos billones de dinero público destinados a recuperar la salud física y metafórica.