Pedro Rodríguez
Lo que importa
El antes y después del Trumpismo para Estados Unidos
Al rebasar Donald Trump su tercer año en la Casa Blanca, algunos efectos del nacional-populismo en la democracia americana se pueden observar con preocupante nitidez. De la ética, casi mejor no hablar. Sobre la estética, llama la atención hasta qué punto se han erosionado las buenas maneras en la vida pública de Estados Unidos. El alarde de mala educación desplegado durante el discurso sobre el estado de la Unión choca en un país donde los estándares de formalismo institucional han sido tradicionalmente muy superiores a los de otras democracias.
Trump, al incorporar a la Presidencia toda su lucrativa experiencia en telerrealidad, está haciendo que prospere la confusión entre lo genuino y lo soez. Poco importa que la mala educación no sea sinónimo de sinceridad. Salvo, por supuesto, en los reality shows de permanente bronca banal, donde siempre gana la estridencia y los peores modales. En este sentido, lo más complicado es todo el rédito que el presidente es capaz de obtener al actuar como troleador en jefe, rebajando el listón de lo que es aceptable e inaceptable en la política americana.
El gran problema del exabrupto continuado del Trumpismo es que viene acompañado de una sobredosis de mentiras. Esta combinación hace que la verdad tienda a convertirse en cualquier cosa que se pueda hacer creer a la gente. Y de hecho, Trump amenaza con triunfar incluso sobre la propia realidad observable. Mientras que los hechos que forzaron el proceso de impeachment no se han llegado realmente a cuestionar, sin apenas fisuras los republicanos en el Senado ni se han molestado en considerar el abuso de poder más allá del interés partidista enmascarado como interés nacional.
La absolución del presidente ha terminado también por resultar inevitable por la desconexión de la opinión pública de Estados Unidos ante un juicio político difuminado por una expansiva economía que ha generado la tasa de desempleo (3,5%) más reducida en cincuenta años. Mientras cuadren las cuentas de la prosperidad, el presidente no va a tener que rendir cuentas. Y mientras tanto, la oposición del Partido Demócrata ha demostrado una vergonzosa incapacidad para contabilizar los primeros votos en Iowa de su proceso de primarias para buscar una alternativa a Trump.
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