Pedro Rodríguez - De lejos

¿De qué va el impeachment?

El juicio político se limita a reflejar lo que es aceptable, o inaceptable, para la opinión pública

Pedro Rodríguez

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Ante lo que puede parecer a simple vista como una espectacular pérdida de tiempo, conviene recordar que el impeachment en Estados Unidos es un «corta y pega» de la antiquísima tradición inglesa para lograr algo tan importante en una democracia como depurar responsabilidades políticas sin necesidad de violencia. Con el tiempo, y la extrema polarización cíclica que sufre la gran república atlántica, el juicio político ha evolucionado para convertirse en algo más que una respuesta constitucional contra el abuso de poder.

Los casos de Andrew Johnson en el siglo XIX y los más recientes de Clinton y Trump –Nixon dimitió antes de la formulación de cargos en la Cámara de Representantes– confirman que el juicio político americano tiende a funcionar como un espejo más bien indiscreto. En esa superficie, tan coyuntural como política, no hace más que reflejarse la imagen de lo que resulta aceptable, o inaceptable, a la opinión pública de Estados Unidos.

El proceso contra Bill Clinton estuvo basado en cuestiones esencialmente personales pero envueltas por los republicanos en acusaciones de perjurio y obstrucción a la justicia. Y aunque no es desdeñable el peso que los ingredientes moralistas y puritanos tienen en la idea e la idea de América, la principal conclusión del impeachment de 1995 no fue otra que cometer perjurio para tapar un adulterio no era causa suficiente para inhabilitar a un presidente de Estados Unidos.

En el caso de Donald Trump, su impeachment debería interpretarse como parte del ajuste de cuentas populista iniciado en las elecciones de 2016 contra las élites, el establishment o la casta. A pesar de que los hechos ocurridos entre la Casa Blanca y Ucrania no se discuten, no parece viable que una veintena de senadores republicanos hagan posible la destitución del presidente. Trump tiene suficiente impunidad para hablar a líderes internacionales como quiera, utilizar a los Soprano como inspiración de la política exterior de Estados Unidos y seguir haciendo las cosas a su manera

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