Pedro Rodríguez - De Lejos

El futuro era mucho mejor ayer

Pese a sus fantasías estratégicas, la improbable alianza entre China y Rusia se consolida

Pedro Rodríguez

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En una conversación promovida por el Aspen Institute-España, el politólogo búlgaro Ivan Krastev reflexionaba precisamente sobre uno de los aspectos más relevantes en la saga de la post-Guerra Fría: la alianza cada vez más estrecha entre China y Rusia. Krastev recordaba cómo durante años había asistido a toda clase de sofisticados análisis, realizados sobre todo por académicos de Estados Unidos, con la misma conclusión sobre la imposibilidad de un entendimiento entre Pekín y Moscú. Sobre todo por razones geopolíticas, principalmente la amenaza que suponía la superpoblación de China para los ingentes territorios despoblados de Rusia.

Al hilo de la traducción al español de su último libro «La luz que se apaga», Krastev recordaba un encuentro con un influyente jerarca del Kremlin que sin pestañear había comparado el creciente entendimiento entre China y Rusia como una versión antioccidental del eje franco-alemán. Por supuesto, dentro de esa ensoñación de lo que Pekín y Moscú aspiran a ser, los chinos serían el equivalente multiplicado al músculo económico alemán y los rusos aportarían la visión y las ambiciones estratégicas al estilo de los franceses.

Aunque repleta de ironía, la hipérbole del eje ruso-chino reflejaría las ambiciones de ambos países en un contexto, según Krastev, en el que «los países abandonan asociaciones ideológicas duraderas por efímeros matrimonios de conveniencia». Por un lado, la Rusia de Putin opera como una renacida potencia decimonónica empeñada en cuestionar los fundamentos intelectuales, morales e institucionales del orden liberal internacional. Un inquietante empuje hacia tiempos pasados, pero no mejores, en el que también participa el nacional-populismo de la Administración Trump.

Por otro lado, una China cada vez más autoritaria y con mayor riqueza ha conseguido destruir lo que se consideraba como un vínculo intrínseco entre la democracia liberal y la prosperidad material. Ante estos cambios tan profundos, y estos retos tan graves, no es casualidad que el libro de Ivan Krastev escrito con Stephen Holmes comience con la irónica pero demoledora frase «el futuro se presentaba mejor ayer».

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