Pedro Rodríguez - DE LEJOS
¿Cómo robar elecciones?
El caso de Bolivia demuestra que para amañar comicios, la noche del recuento es demasiado tarde
«Esto no es Cuba, esto no es Venezuela». Esta consigna tan relevante para la democracia en Iberoamérica se ha podido escuchar en Bolivia durante estos sangrientos días de rebelión popular contra el descarado abuso electoral intentado por Evo Morales, cuya sospechosa longevidad política en la región ha terminado abruptamente al forzar un cuarto mandato presidencial.
Parte de las utopías recalentadas de la izquierda latinoamericana, Morales logró convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia entre promesas inclusivas, esperanzas de buen gobierno y ambiciones de justicia social. Su década en el poder, pese a la bonanza económica, ha terminado en un profundo desengaño, hasta el punto de no contar con el respaldo de las fuerzas armadas y la policía para perpetuarse en el poder.
El desacreditado régimen de Morales forma parte de esa gran paradoja política contemporánea: cada vez hay más elecciones en un mundo menos democrático. Es lo que los politólogos británicos, Nic Cheeseman y Brian Klaas, identifican como counterfeit democracies (democracias falsificadas): aquellos gobiernos que en búsqueda de cierta estabilidad convocan de forma regular elecciones totalmente manipuladas con el fin de hacerse pasar por democracias verdaderas, y de paso dividir todavía más a la oposición.
El caso de Bolivia ilustra perfectamente una de las principales conclusiones de Cheeseman y Klaas: para amañar unos comicios, la noche del recuento es demasiado tarde. Los fraudes más efectivos son las que tienen lugar con meses de antelación a la cita electoral, cuando no hay incómodos observadores internacionales sobre el terreno y las argucias pueden ser presentadas como decisiones «técnicas» o incluso «legales». Si en lugar de manipular descaradamente el recuento oficial, Evo Morales hubiera aplicado una discreta premeditación, posiblemente seguiría siendo presidente de Bolivia.
Una genuina democracia no se limita a guardar las apariencias a través de las urnas, sino que para garantizar que los ciudadanos puedan elegir a sus gobernantes se requiere el concurso de otros elementos tan fundamentales como el imperio de la ley, la libertad de Prensa, o la rendición de cuentas.
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