Pedro Rodríguez - DE LEJOS
En búsqueda de Lincoln
La política de Estados Unidos se contagia de penosas analogías históricas
Abraham Lincoln –mártir/salvador de Estados Unidos– se ha puesto de moda en la política americana. No importa que haya transcurrido más de un siglo y medio desde que el presidente número 16 fuera asesinado por un mediocre actor en el teatro Ford de la capital federal un 14 de abril de 1865. El primer magnicidio en la historia de la Casa Blanca a tan solo cinco días de la rendición del general Robert Lee en Virginia que puso un efectivo final a la terrible guerra civil americana.
El primero en contagiarse de esta especie de epidemia de interesadas analogías históricas ha sido Donald Trump. En su continuo intento por reactivar su complicada reelección, el presidente ha protagonizado un especial en Fox News a los pies del majestuoso monumento dedicado Lincoln en Washington D.C. Dentro de su hipérbole sin filtro, Trump no ha tenido problema en compararse con su predecesor, llegando a quejarse de que los medios de comunicación le tratan todavía peor que al presidente asesinado de un tiro en la cabeza.
La cruel ironía de Trump invocando el liderazgo de Lincoln en tiempos de crisis existencial no ha pasado desapercibida. Ya que Trump, con su polarizante guerra cultural, es el candidato favorito de supremacistas, neo-confederados y nacionalistas blancos. Toda esa «buena gente», según la jerga trumpiana, piensa con razón que tiene un más que comprensivo aliado en la Casa Blanca.
En contraste, Lincoln fue un político inusualmente competente, un decisivo comandante en jefe, un trascendental orador y una leyenda a la hora de salvaguardar el ideal democrático y la unidad nacional de los americanos. Con poco más de dos años de educación formal, fue capaz de fijar el arquetipo de lo que se espera de un gran presidente. A diferencia del actual presidente, que vive de las rentas de la bronca constante, el desprecio y la mentira sistemática. Aunque quizá lo peor de Trump sea su empeño por alentar la división de Estados Unidos, anteponiendo sus intereses personales a los intereses nacionales.
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