Paul Ryan, el guardián de las esencias republicanas

El presidente de la Cámara de Representantes asume la tarea de negociar con Trump y recuperar la unidad del partido

Paul Ryan habla en el Capitolio de Washington después de reunirse con Donald Trump el pasado 12 de mayo AFP

MANUEL ERICE

Fue convocado hace medio año para cerrar la grieta de su grupo en el Congreso de los Estados Unidos, deshilachado por las reyertas políticas, y el destino le ha situado ante la mayor encrucijada del Partido Republicano. Paul Ryan intenta erigirse a un tiempo en unificador y cancerbero de las esencias conservadoras, mientras el edificio asentado por Abraham Lincoln se tambalea ante la desatada furia del huracán Trump , autoproclamado líder del movimiento popular de los enfadados.

Así es la política. El futuro del partido del elefante, la formación fundada en 1854, precisamente en el estado del que procede Ryan, Wisconsin, pilar histórico del país y motor de las transformaciones mundiales que el reaganismo imprimió a los 80, se ha reducido a una lucha entre dos: un joven (aunque experimentado) congresista que hunde sus raíces en el tradicional Medio Oeste americano y un millonario nacido y alimentado por el éxito de los negocios en la urbe neoyorquina. Dos Américas frente a frente. La pausa y la prisa. La visión larga y el atajo.

Puede que estén condenados a entenderse, pero la nave ha encallado en el primer asalto. Buenas palabras, pero ni Ryan respalda la nominación de Trump, ni Trump se somete a la autoridad de Ryan . De la capacidad de este hombre tranquilo dependerá una unidad en apariencia imposible, la única que puede devolver a los republicanos a la Casa Blanca sin que se desmorone su estructura. Una cuerda demasiado fina para mantener el equilibrio sin despeñarse.

Varios desencuentros

Ryan ya tuvo que ejercer su autoridad cuando a principios de la campaña salió al paso de los devaneos de Trump con el Ku-Klux-Klan , la organización racista por excelencia en Estados Unidos, de pasado siniestro. Después de que el showman eludiera una expresa condena en sus apariciones televisivas, en un ruidoso silencio, el guardián de las esencias realizó su única irrupción pública , una llamada de atención en toda regla: «Quien quiera ser candidato de este partido debe rechazar a todo grupo basado en la violencia o en los prejuicios raciales. Este es el partido de Abraham Lincoln».

El segundo encontronazo, más reciente y con Trump en la antesala de la nominación, lo desató el propio Ryan cuando desautorizó al presidente del partido, quien horas antes había declarado al magnate «presunto nominado» . Ante los micrófonos, lanzó: «No estoy preparado para dar mi apoyo a Trump». El showman no le gusta, ni por su forma ni por su fondo. Reniega de sus estrafalarias exhibiciones . Pero también de sus propuestas antiinmigración , de su proteccionismo, de su política exterior improvisada y de andar por casa. Todo un jaque al Partido Republicano y al «reformismo conservador» que él defiende. Pero va a tener que convivir con él.

Conociendo a Paul Ryan

Paul Davis Ryan (Janesville, Wisconsin, 1970) es el speaker de un Congreso (Senado y Cámara de Representantes) de mayoría republicana. Si esta figura que aglutina los cargos de portavoz y presidente de la institución, sin parangón en las instituciones españolas, ya encierra un enorme poder , el enrevesado guión de las convulsas primarias de 2016 le ha aupado como necesario líder del partido. Ryan acumuló autoridad moral en una carrera política tan fulgurante como sólida: elegido representante con 29 años, el segundo más joven de la historia del partido, y nunca renovado con menos del 55% de los votos; prestigiado por su talante negociador en los desafíos presupuestarios que mantuvieron en vilo al país en tiempos de crisis, y candidato a vicepresidente de Estados Unidos en 2012, en ticket con Mitt Romney . Nada extraña que una corriente que recela del extravagante Trump promueva su nominación en la convención republicana de julio, incluso sin haber pasado por el examen de las primarias. Alternativa que ni contempla.

Tras los logros, las ideas. El parlamentario asienta su argamasa intelectual en una combinación de ciencias políticas y económicas , labradas en la Miami University de Oxford (Ohio), que bebe de las teorías económicas liberales de Hayek y Friedman. Pero una educación católica, forjada en Wisconsin pero de ascendencia irlandesa, ha venido a tamizar sus convicciones liberales hasta ser definido como «moderado» en materia fiscal .

Ante el combate político de su carrera, el que puede consolidar su liderazgo, algunos apuestan a que perecerá bajo la apisonadora Trump. Pero, bajo la apariencia de exquisitas formas, late un joven experimentado en las lides parlamentarias , donde las conspiraciones son pan de cada día. También es un deportista competitivo, amante del baloncesto y el soccer (nuestro fútbol europeo), que practica también la relajada habilidad de la caza y la pesca. Y un provinciano que empezó a fortalecer su personalidad con desafíos como el que le lanzó la vida a los 16 años, cuando encontró a su padre muerto sobre la cama, víctima de un ataque al corazón. Era su progenitor, pero también el abogado de principios que le había enseñado que se puede se puede admirar al mismo tiempo a políticos demócratas y a Ronald Reagan.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación