La OTAN cumple 70 años entre las presiones y las dudas de Trump
El presidente amenazó el año pasado a sus socios con dejar la Alianza si no ponen más dinero
Los socios de la Alianza Atlántica se reúnen esta semana en Washington para conmemorar el 70 aniversario de la firma del histórico tratado de defensa conjunta con poco que celebrar y mucho por aclarar entre ellos. La duda más importante, que plantea Estados Unidos como una cuestión básica de supervivencia, es cuán fuerte es el compromiso de los socios de invertir el 2% del PIB de cada nación en defensa, tal y como prometieron hacer en una cumbre en Gales en 2014. Si ese compromiso no es firme, Donald Trump no le ve utilidad a la OTAN, a la que ha declarado ya inútil, obsoleta, cara e injusta. No podía haber un 70 cumpleaños menos auspicioso.
Por primera vez en su historia, los ministros de Exteriores de los socios europeos de la OTAN cruzan el Atlántico con la esperanza de convencer a un escéptico presidente norteamericano de la necesidad de mantener viva y fuerte esta alianza militar que ha dominado la vida política de Europa y Norteamérica desde el final de la II Guerra Mundial. Lo admitió ayer quien les capitanea en esta visita, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg , en una conferencia de prensa en Bruselas: «Preveo que el mensaje del presidente Trump será que EE.UU. mantiene su compromiso con la OTAN, que es importante para nuestra seguridad común, pero que a la vez debemos repartir de forma equitativa el coste que supone».
La profunda insatisfacción de Trump con la OTAN no es ningún secreto. Sus encuentros con otros jefes de gobierno han ido desde la tensión hasta el choque directo. Hace diez meses, en una cena en Bruselas, Trump acusó a Alemania de depender de la protección de EE.UU. frente al expansionismo militar de Rusia mientras a la vez pactaba con el Kremlin la construcción de un gasoducto para la importación de combustible. «Protegemos a Alemania, protegemos a Francia, protegemos a todos estos países mientras estos países hacen negocios con Rusia. Es algo que me resulta incomprensible e inaceptable», se quejó el presidente a un Stoltenberg paralizado ante las cámaras de televisión.
Fue 2018 el año más bajo de las relaciones entre EE.UU. y el resto de los socios de la OTAN. Trump pidió entonces a sus asesores en materia de seguridad y relaciones internacionales que le presentaran alternativas a la Alianza. En un momento, según llegó a revelar «The New York Times», el presidente sugirió la posibilidad de sacar unilateralmente a EE.UU. de la OTAN, lo que supondría el completo desmoronamiento de esta. Recientemente, el presidente ha hecho un esfuerzo por despejar dudas: la Alianza seguirá viva, pero los otros socios deberán cargar también con el peso financiero de tener unos ejércitos capaces de contener las amenazas que hoy en día proceden sobre todo de Rusia y China.
Ayer, la embajadora de EE.UU. ante la OTAN, Kay Bailey Hutchison, reiteró en una conversación con periodistas que el gasto debe repartirse mejor, teniendo en cuenta la fortaleza de cada economía. «De toda Europa, no me cabe ninguna duda de que Alemania, que es la economía más fuerte, puede hacer más, mucho más. El presidente se lo ha pedido y nos han dicho que están dispuestos a cumplir», dijo.
El 0,9% de España
Es cierto que el gasto militar de Alemania es de apenas 45.500 millones de euros, un 1,2% de su PIB. Ningún socio se acerca en realidad a los 700.000 millones de EE.UU., que dedica a protección militar un 3,6% de su riqueza. En realidad sólo Reino Unido, Polonia, Grecia y Estonia llegan a ese 2%. España se queda, según las estimaciones de la propia OTAN, en 12.000 millones y un anímico 0,9%, que Mariano Rajoy se comprometió a mejorar en sus conversaciones bilaterales con Trump. Fuentes diplomáticas españolas en EE.UU. han dicho en el pasado a este diario que consideran ese compromiso del 2% una mera «declaración de intenciones».
Sin embargo, algo explica el papel secundario de Alemania: cuando la OTAN nació, lo hizo para contener la amenaza soviética pero también para impedir que Alemania volviera a provocar una guerra mundial con sus ansias expansionistas. Fue el primer secretario general de la Alianza, Lord Hastings Lionel Ismay , quien dijo la célebre frase de que esta había nacido para «mantener dentro a los norteamericanos, fuera a los rusos y abajo a los alemanes». Lo cierto es que la URSS se desmoronó sin que un soldado de la OTAN tuviera que disparar una sola vez. Sus primeras misiones fueron las de los Balcanes en los 90 y la guerra contra la guerrilla Talibán en Afganistán tras el 11-S.
Según recuerdan además los expertos, EE.UU. también se ha beneficiado históricamente de la OTAN. «El presidente no debe llamarse a engaño, porque hay pruebas de que EE.UU. se ha beneficiado de su pertenencia a esta alianza », explica Alexander Vershbow, que fue vicesecretario general de la OTAN y hoy es analista en el Atlantic Council. «Estar en la OTAN no es un acto de caridad hacia Europa o Canadá. Desde la I Guerra Mundial hemos visto varias veces que si EE.UU. se desentiende de la seguridad en Europa esta tiende a la inestabilidad y al conflicto».