Obispo de Alepo: «Si los sirios votaran hoy, lo harían por Assad, también muchos suníes»

Monseñor Antoine Audo alerta de la desaparición de los cristianos en su país: «Si se van de Siria, la Iglesia perderá un referente histórico»

Monseñor Antoine Audo, durante la entrevista ERNESTO AGUDO

FRANCISCO DE ANDRÉS

La tregua en los bombardeos ha permitido al obispo católico de Alepo, de rito caldeo, monseñor Antoine Audo , viajar a Madrid por invitación de la Fundación Promoción Social de la Cultura. El alto el fuego ha reabierto la única vía entre la segunda ciudad de Siria y el mundo exterior, y permite alumbrar un poco de esperanza a los dos millones de supervivientes de Alepo; entre ellos el puñado de sacerdotes —encabezados por su obispo— que se niegan a abandonar a los cristianos que quedan en la ciudad.

—¿Cómo se sobrevive hoy en Alepo?

—Los últimos diez días antes de la tregua fueron horribles. Los yihadistas de Daesh atacaron la única ruta abierta con Alepo, e impidieron la llegada de comida a la ciudad. En estos momentos Alepo está partida en dos; la parte oeste está en poder del Gobierno, y la este, semidestruida por los bombardeos, está controlada por un mosaico de grupos rebeldes que tienen por denominador común el islamismo extremista que manipula la religión para llegar al poder.

—¿Qué tipo de guerra vive Siria?

—Creo que es importante situar los acontecimientos en su contexto. Hay una lucha interna entre una minoría contra una mayoría. Hay un contexto regional, muy importante, con los dos antagonistas, Arabia Saudí e Irán, uno suní y el otro chií. Y hay un contexto internacional, en el que se enfrentan Rusia y EE.UU. Para nosotros no se trata de una guerra ideológica sino económica y estratégica.

—¿Cuántos cristianos quedan en estos momentos en Alepo?

—Antes de la guerra eramos unos 260.000, católicos y ortodoxos. Las dos terceras partes han partido en diferentes direcciones: Europa, Beirut, o el litoral llamado el «valle de los cristianos», más tranquilo. En Alepo han quedado unos 50.000 cristianos, los más pobres y también aquellos que creen que el cristianismo no tiene que abandonar Siria al precio que sea. En todo el país creemos que ha partido la mitad del millón y medio de cristianos.

—¿Qué aconseja usted a sus fieles?

—(Sonríe).La continuidad de la presencia cristiana en Siria es muy importante: es la tradición árabe de la Iglesia primitiva, de la fe en todo Oriente Próximo. Además, es necesario que el islam tenga una alteridad árabe cristiana para que pueda reflexionar sobre la crisis que le plantea la modernidad. Pero, sobre todo, la Iglesia universal nos necesita; si los cristianos dejan de saber qué significa Antioquia, o Damasco, o San Pablo, ¿qué les va a quedar? Por supuesto para nosotros la guerra plantea un gran dilema: ¿qué les decimos, partid para salvar la vida y las familias, o quedaos? Cada uno debe decidir en conciencia.

—¿Qué opina de la política europea respecto a los refugiados sirios, y en particular del preacuerdo con Turquía para dotarle con hasta 6.000 millones de euros?

—No sé si el acuerdo es justo o no; es un acuerdo económico que conviene a los gobiernos europeos. Pero como cristiano y sirio tengo una desconfianza natural hacia los turcos, que no han reconocido aún el genocidio de los armenios a comienzos del siglo XX.

—¿Cree que Europa puede hacer algo por la paz y la reconciliación en Siria, dado que el control militar y político está hoy en otras manos?

—Si no puede hacer nada en el terreno político y militar, sí puede al menos contribuir más en el terreno humanitario para aliviar el sufrimiento de la población civil. Afortunadamente hay muchas organizaciones europeas que ya hacen mucho. Pero no me agrada oír que en el terreno político Europa tiene las manos atadas.

—¿Tiene esperanzas en el actual alto el fuego?

—Sí. El pasado fin de semana me paseé por varios barrios de Alepo y pude comprobar que la situación ha cambiado a mejor. Teníamos un poco de agua, después de semanas sin ella, y algunas horas de electricidad. Lo importante es que los combates cesen del todo y la gente pueda volver a trabajar.

—Las negociaciones de paz siguen empantanadas en la gran cuestión: debe o no mantenerse al presidente Assad como interlocutor. Los cristianos sirios ¿están con él, contra él, o se sienten divididos?

—Es una cuestión muy delicada de la que no hablan abiertamente para no crearse problemas con la comunidad suní. Pero mire, no creo que después de cinco años de guerra todos los sirios suníes estén hoy en contra de Al Assad. El sirio es un pueblo inteligente, y ve que esta es una guerra manipulada desde el exterior en favor de otros intereses. Yo no hago normalmente declaraciones políticas porque no es mi oficio. Pero mi impresión es que si hoy hubiera elecciones objetivas e imparciales en Siria el actual jefe del Estado sacaría más del cincuenta por ciento de los votos, contando por tanto con el de muchos suníes.

—¿No temen a Assad los cristianos?

—Su principal temor es que se repita en Siria lo ocurrido en Irak.

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