Dos nuevos ataques islamistas salpican Bangladesh

A pesar de la reivindicación de una de las muertes por parte de Estado Islámico, el Gobierno niega que la red terrorista se encuentre afianzada en el país y culpabiliza de los atentados a grupos locales que quieren desestabilizar la región

El cadáver de Mahmuda Aktarm tendido y rodeado de investigadores en el asfalto de Chittangong EFE

EDUARDO S. MOLANO

«(Los grupos yihadistas) quieren crear agitación social», advertía hace unos días a ABC Arif Jebtik, activista de Bangladesh y cuyo nombre aparece en una lista donde se amenaza de muerte a diversas personas, a quienes se consideraba «enemigos del islam», «ateos» y «satánicos». «No podemos ni acudir a espacios públicos», añadía.

Babul Aktar, superintendente de Policía, no es extraño a estas palabras .

En los dos últimos años, Aktar ha desempeñado un papel determinante en la detención de militantes islamistas en la localidad de Chittagong, al sureste de Bangladesh. Estos méritos policiales provocaron su ascenso el pasado mes de abril, así como su traslado a la capital del país, Dacca.

El domingo, sin embargo, todos estos logros se truncaban.

A primera hora de la mañana, la joven Mahmuda Aktar, de 33 años, era acuchillada y, posteriormente, tiroteada por tres asaltantes en Chittagong, mientras esperaba con su hijo un autobús camino de la escuela.

Mahmuda era esposa de Babul Aktar.

No fue el único asesinato de la jornada. En otro incidente paralelo, Sunil Gomes, un hombre de 65 años, era apuñalado hasta la muerte en la cercanías de una iglesia en Bonpara, noroeste del país y hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas de la zona.

Este último atentado fue reivindicado por el Estado Islámico a través de su agencia de noticias Amaq, donde la red terrorista aseguró que se trataba de una «serie de operaciones» en la región.

El incremento de la violencia islamista en Bangladesh se remonta a 2013. Entonces, otra organización radical, Ansarullah Bangla Team, hacía pública una lista de 84 personas anti-islámicas que debían ser silenciadas. En solo unos meses, nueve de ellas fueron asesinadas.

Para Ananya Azad, cuya aparición en esta última lista le obligó a abandonar el país, «nadie está a salvo».

«En Bangladesh no hay libertad de expresión», aseguraba recientemente a ABC . «No puedes decir nada sobre religión. Los asesinos no tienen ni que esconderse en la oscuridad, ya lo hacen a plena luz del día», destacaba.

Las amenazas no pueden ser tomadas en vano. En abril, Xulhaz Mannan, creador de la revista Roopbaan, publicación por los derechos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB), era asesinado junto a un colaborador, Tanay Mojumdar.

Jamaat-e-Islami y el BNP

A pesar de ello, el Gobierno local desmiente las conexiones entre estas muertes y el Estado Islámico, y culpabiliza de los atentados a grupos locales que quieren desestabilizar al país; principalmente a la organización Jamaat-e-Islami y al Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP).

En este sentido, las matanzas de los últimos meses se cruzan también en la lucha política abierta en las esferas de poder entre dos mujeres, la primera ministra, Sheikh Hasina, y la líder del opositor BNP, Khaleda Zia.

La primera ministra Hasina es hija de Mujibur Rahman, histórico líder de la independencia de Bangladesh y quien sería asesinado junto a parte de su familia en un Golpe militar en 1975.

Sobre el papel, su partido apuesta por un ideario secular en el país. Un credo que choca con el de la líder de la oposición del BNP, viuda de Ziaur Rahman, cuarto presidente del país y quien llevó a cabo una re-islamización del Estado. Su muerte también se produciría en otro levantamiento militar, en este caso en 1981.

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