La vía noruega o por qué Merkel no tiene tanta prisa

Merkel dialoga con el primer ministro portugués Antonio Costa en presencia de Cameron ayer en la cumbre del Consejo Europeo en Bruselas EFE

ROSALÍA SÁNCHEZ

El líder del partido independentista británico UKIP, Nigel Farage, acudió ayer al Parlamento Europeo con dos objetivos. El primero era mofarse de los eurodiputados: «Ahora ya no se ríen», dijo . El segundo era tratar de empezar a sentar las bases de la nueva relación de Reino Unido con la Unión Europea y establecer lo que él definió como «un acuerdo sensato sin aranceles». La previsora Merkel , a quien no despeinan ni las mofas ni ninguna otra muestra de emocionalidad, se había adelantado al movimiento de ficha y había aclarado ante el pleno del parlamento alemán que, una vez fuera, la entrada al mercado común pasa por la vía noruega.

La cuestión no es baladí . Un 44% de las exportaciones británicas van a países de la Unión Europea y un 53% de sus importaciones provienen de los otros 27 miembro s, por lo que el mercado único resulta imprescindible para su economía. Merkel está dispuesta a enfocar este punto en las negociaciones y no permitirá que el sucesor de Cameron despliegue una gran creatividad al respecto. Existen precedentes, países que acceden al mercado único sin pertenecer a la Unión y que la canciller alemana propone como ejemplo.

Reino Unido, según la propuesta de Merkel, podría pasar a formar parte del Área Económica Europea , que hoy agrupa a Noruega, al paraíso fiscal Liechestein y a Islandia. Para tener acceso al mercado único, los tres países tienen que contribuir al presupuesto de la Unión y aceptar que los ciudadanos europeos puedan vivir y trabajar libremente en su territorio .

A cambio de eso un país como Noruega se libera de la regulación europea en sectores como la agricultura, pesca, justicia , pero no tienen ni voz ni voto en las decisiones de la Unión en otros campos. Si Londres pasase por ese aro, tendría que «respetar y aceptar cuatro libertades europeas fundamentales: el movimiento de personas, de bienes, de servicios y de capital», además de seguir contribuyendo al presupuesto comunitario.

La situación no sería muy diferente a la actual . «La contribución per cápita que hace Noruega es la misma que hoy paga el Reino Unido, de modo que no va a ahorrar nada por este camino» , señala un diputado del partido de Merkel describiendo la pesadilla de cualquier partidario del Brexit. Es previsible que Londres se resista con todas sus fuerzas y ahí es donde Mekel cuenta con el factor tiempo.

Las negociaciones, una vez activado el artículo 50, durarán un máximo de los años. Ese plazo solo sería ampliable si los 27 lo votan con unanimidad, y parece imposible que esto ocurra tras las llamadas a una salida cuanto antes de la Unión .

Transcurridos los dos años, sólo quedaría la opción de buscar un acuerdo de libre comercio o simplemente acoplarse a las reglas de la Organización Mundial del Comercio, es decir, convertirse en un país más que comercia con la Unión Europea y tiene que aceptar sus aranceles y restricciones. La relación comercial de Reino Unido con la Unión Europea quedaría en este caso en el mismo nivel que, por ejemplo, la de Camboya .

Por eso Merkel, a pesar de que respalda la petición de un proceso de divorcio «rápido y claro», no parece tener tanta, tanta prisa . Cuanto más se acerquen los británicos al escenario Camboya, más dispuestos estarán a aceptar la vía noruega. Solo queda por saber si la estrategia servirá para amputar la gangrena que el paciente inglés amenaza con extender a otros países de la Unión.

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