Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Nordic Noir

A pesar del ascenso limitado de la ultraderecha, las consecuencias serán significativas para Suecia

Pedro Rodríguez

El país de Ikea, Volvo, Abba y las köttbullar (albóndigas) ha cerrado su dominical cita con las urnas respaldando a la ultraderecha como tercera fuerza política. Los Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna) han logrado los mejores resultados de toda su xenófoba historia. Y aunque las más optimistas expectativas del SD no se han cumplido, celebrar que la derecha populista «solo» ha llegado al 17,6 % es un error. Sobre todo, por las significativas consecuencias de estos resultados:

Incertidumbre y parálisis: Aunque los Demócratas de Suecia se enfrentan a un prometido cordón sanitario para evitar su llegada al poder, su avance es más que suficiente para generar confusión e incertidumbre en la primera economía nórdica. Con el potencial de paralizar la política sueca hasta llegar a un gobierno en minoría, ya que no existe tradición de corresponsabilidad a través de grandes coaliciones como en Alemania.

Política de siempre : Los socialdemócratas han sido el partido con mayor respaldo electoral. Sin embargo, su 28,4 % del voto es también su peor resultado en décadas. Un retroceso de tal magnitud que impide formar una mayoría de gobierno con el resto de las formaciones del bloque de centro-izquierda.

Radicalización: Si sirven de precedente los cristiano-demócratas de Baviera, el avance de la ultraderecha suele venir acompañado de una epidemia de radicalización. En Suecia, el país europeo que ha aceptado más refugiados per cápita, gran parte del arco parlamentario ya se ha resignado a que su ejemplar generosidad es inviable.

Dimensión internacional: La ultraderecha sueca es partidaria de un Swexit. Además de hacer guiños a Putin y al resto de populistas en alza. Sin olvidar, un mayor proteccionismo y más nacionalismo, junto a un modelo de sociedad menos abierto.

Límites cuestionados: La derecha populista está consiguiendo alterar por toda Europa la definición de lo que es aceptable y no es aceptable en el discurso público. Su ventaja electoral pasa por cuestionar los tabúes de la corrección política, junto a la manipulación de emociones.

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