Nikki Haley, una embajadora sin experiencia internacional
La mujer a la que Donald Trump ha elegido como voz de los Estados Unidos ante Naciones Unidas defiende posiciones conservadoras y ha posado con armas en las redes sociales.
A Nikki Haley, la mujer a la que Donald Trump ha elegido como embajadora ante las Naciones Unidas le gusta recordar una historia de su adolescencia: en un concurso de belleza, los jueces la descalificaron porque no supieron si entraba en la categoría de blanca o de negra. Nació en 1972 como Nimrata Randhawa, aunque pronto adoptó el mote familiar «Nikki». Sus padres emigraron a finales de los 60 desde la región india del Punjab. Desde los doce años ayudaba con la contabilidad en la tienda de su madre y ese esfuerzo por cuadrar números, reducir costes y mejorar la economía ha sido el motor en su ascenso político hasta convertirse en gobernadora de Carolina del Sur .
Se la considera una republicana «de libro». Aunque fue educada en la confesión Sikh, se convirtió al cristianismo y acude a una iglesia metodista. Defiende posiciones conservadoras y ha publicado fotos empuñando armas en sus redes sociales.
Sus posturas en política internacional, sin embargo, son una incógnita. Ha condenado el acuerdo nuclear con Irán y se ha negado a recibir refugiados sirios en su estado, pero no se sabe mucho más, porque apenas ha tenido experiencia en ese campo. Como gobernadora, ha realizado ocho viajes al extranjero en misiones comerciales. Pero sentarse en el Consejo de Seguridad de la ONU y lidiar con la respuesta internacional a la guerra en Siria, el terrorismo islámico o el expansionismo de Rusia es otra historia.
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