Musk niega que los coches de Tesla se utilicen para espiar a China
Pekín ha prohibido a los trabajadores de grandes compañías estatales y a los militares conducir esos vehículos
Elon Musk , el hombre más rico del mundo y un visionario que ha revolucionado el sector de la automoción o la conquista del espacio, se ha esforzado por ganarse el favor de China. Pero, en medio del deterioro de las relaciones entre el gigante asiático y EE.UU., su negocio no ha quedado al margen.
Musk no ha dejado de acudir a China para impulsar el negocio de su empresa de coches eléctricos, Tesla, y otras aventuras empresariales. En 2019, hizo una aparición con Jack Ma , el célebre fundador de la plataforma de comercio electrónica Alibaba, en la que discutieron desafíos tecnológicos como la conquista de Marte o las posibilidades de la inteligencia artificial. Musk, con inclinación ocasional al espectáculo, conquistó las redes sociales en un evento de celebración de la producción de coches Model 3 hechos en China: se quitó la chaqueta mientras bailaba como un descosido. Musk, muy combativo con las autoridades estadounidenses, ha sido amable con las chinas: Tesla emitió un comunicado pidiendo disculpas después de que se filtrara un vídeo en el que un empleado de la compañía responsabilizaba a la empresa eléctrica estatal del mal funcionamiento de uno de sus vehículos.
Sus esfuerzos han tenido recompensa: en 2018, Tesla se convirtió en la primera empresa de automoción extranjera en operar una planta en China –cerca de Shanghai– de su propiedad completa.
China siempre ha sido una prioridad para Musk: es el mayor mercado mundial de automóviles y su Gobierno ha promocionado con fuerza en los últimos años la adopción de coches eléctricos. El país tiene un pujante sector de vehículos eléctricos y se ha convertido en uno de los mayores mercados para Tesla. La compañía de Tusk vendió allí casi 150.000 coches el año pasado, el 30% de sus ventas globales.
El crecimiento de competidores locales como Nio o Geely, sin embargo, podría poner en peligro ese negocio, determinante en el beneficio de 721 millones de dólares que el año pasado consiguió Tesla, cuya acción, además, se ha disparado en bolsa en los últimos meses. Por ello, las sacudidas diplomáticas vividas entre China y EE.UU. no son buenas noticas para Musk.
El viernes pasado, ’The Wall Street Journal’ publicó que el Gobierno chino había decidido prohibir la compra de los coches de Tesla a empleados del ejército o de empresas estatales clave. La razón: el posible espionaje. Los Tesla llevan instaladas cámaras externas que graban en todo momento. Las autoridades chinas consideran que pueden tomar información sensible para el país.
Musk se apresuró a negar este fin de semana cualquier sospecha de que sus coches se usen para espiar. Lo basó en que sería una mala decisión empresarial. Si una empresa extranjera decidiera espiar al Gobierno «los efectos negativos para esa compañía sería extremadamente negativos», aseguró en una reunión del Foro de Desarrollo en China, organizado por el propio Gobierno de China.
«Hay un gran incentivo para que mantengamos confidencialidad con la información», dijo Musk en medio de una conversación virtual con Xue Qikun, un físico cuántico chino que dirige la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur. No es casual que las directivas sobre uso de coches Tesla aparecieran esta semana, en medio de la primera cumbre de alto nivel entre EE.UU. y China, celebrada jueves y viernes en Anchorage (Alaska). En ella, las delegaciones de EE.UU. –comandada por el secretario de Estado, Antony Blinken– y de China –liderada por Yang Jichei, jefe de la diplomacia del gigante asiático–, dejaron clara la agresividad entre los dos países en el comienzo de la Administración Biden. Blinken y Yang se enzarzaron en una bronca pública, con las cámaras de testigo, en la que se hicieron reproches mutuos a su historial en derechos humanos o intervencionismo.
La decisión china sobre Tesla se enmarca en una creciente animosidad en ambos países hacia los gigantes empresariales del rival.
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