De monasterio benedictino a… Parlamento de Portugal

La Asamblea de la República hunde sus raíces en la Lisboa señorial del barrio de Estrela

Protestas enfrente del parlamento portugués en 2013 REUTERS

FRANCISCO CHACÓN

Acercarse a la Rua de Sao Bento permite comprobar cómo la calle que delimita la frontera con el barrio lisboeta de Estrela se inunda de un pedigrí especial. Los anticuarios y los restaurantes coquetos se dan la mano con la Fundación Mário Soares (difusora del legado del recientemente fallecido ex primer ministro y ex presidente), la Fundación José Afonso (consagrada a la obra del cantautor luso por excelencia desde que su himno ‘Grândola Vila Morena’ fue elegido como señal para iniciar la Revolución de los Claveles) y la Casa Museo Amália Rodrigues, dedicada a la histórica embajadora internacional del fado.

En ese entorno se alza la Asamblea de la República, custodiada por un par de estatuas de leones que miran al frente con gesto austero . Estamos ante el órgano legislativo depositario de la voluntad de la población gracias a los 230 escaños de los que dispone. En la actualidad, distribuye su espacio entre 107 diputados conservadores, 86 socialistas, 19 del Bloco de Esquerda (formación próxima a Podemos), 17 de los comunistas y uno del PAN, el partido denominado Personas-Animales-Naturaleza que protagonizó una de las sorpresas de la noche electoral del 4 de octubre de 2015.

La mayoría parlamentaria se sitúa en 116, y Passos Coelho perdió el poder ante los pactos alcanzados por el Partido Socialista con el flanco radical, que totaliza 37 escaños y le dio manos libres para desalojar a los conservadores.

No se trata de una coalición propiamente dicha, sino de un programa de mínimos consensuado ‘in extremis’ pero que depende de los acuerdos coyunturales que se logren… o no, en vista de que las paradojas se han instalado en la Asamblea de la República con alianzas puntuales a veces insospechadas. El edificio es la sede del Parlamento desde 1834, pero había sido construido a finales del siglo XVI. Se trataba de un monasterio benedictino , bautizado con el nombre de Monasterio de Sao Bento da Saúde. Tuvo ese uso eclesiástico hasta que sobrevino la prohibición de órdenes religiosas en el citado año del siglo XIX, antesala para que el Gobierno luso se atribuyera su propiedad.

La construcción original se articulaba en torno a un conjunto de cuatro claustros, flanqueados por otras tantas estatuas sobre unos pedestales. ¿Alguna simbología? Sí, ya que representan la templanza, la justicia, la fuerza y la prudencia. Naturalmente, su fisonomía actual se presenta como el resultado de sucesivas remodelaciones, que desembocan en su diáfano aspecto vigente ante nuestros ojos.

A los sucesivos lavados de cara le han correspondido varios cambios en la denominación oficial, pues la Asamblea de la República se ha visto renombrada como Palacio de las Cortes, Palacio del Congreso y Palacio de la Asamblea Nacional. Si se prioriza hoy el apelativo de Palacio de Sao Bento, tiene que ver con el hecho de preservar la memoria del antiguo convento

Entre las diferentes fases de su rehabilitación, destacan las obras impulsadas por el arquitecto francés Jean François Colson allá por 1867. Suya fue la idea de reconvertir la sala capitular, que había sido el santuario donde oraban los monjes benedictinos en la época en que vivían allí. Sus planes se tradujeron en un remozado integral materializados en una sala de corte más moderno para el Parlamento. No obstante su contribución, tampoco pueden olvidarse las intervenciones auspiciadas por arquitectos locales, tal cual aconteció bajo el mando de Miguel Ventura Terra, autor de una modificación de la fachada en los albores del siglo XX.

De acuerdo con su proyecto, pasó a incluirse un pórtico neoclásico con un frontón triangular con la firma de quien se encargó igualmente de poner en pie el Teatro Politeama, feudo de algunas de las representaciones teatrales más exitosas de Lisboa (precisamente, se acaba de reponer el musical ‘Amália’, de Filipe La Féria, que rinde culto a la diva del fado por antonomasia).

Merece la pena una visita a la Asamblea de la República, clasificada como Monumento Nacional desde 2002 , fuera del horario oficial de los plenos, pues la experiencia permite deleitarse con los maravillosos lienzos y esculturas que jalonan sus paredes. En la parte de atrás, al otro lado del jardín, encontramos la residencia del primer ministro, dado que desarrolla esa función desde 1938. Un palacete que ordenó erigir Joaquim Machado Caires. El Estado Novo, pomposo y eufemístico nombre que revestía la dictadura de Salazar desde seis años atrás, había optado por la fórmula de la expropiación para poder hacerse con la propiedad del edificio.

Una de las actividades más curiosas a lo largo de la Historia del Parlamento portugués tuvo lugar a comienzos del verano de 2015, cuando sus puertas se abrieron de par en par para albergar a la Asociación Uma Vida como Arte, especializada en defender los derechos de los mendigos que pululan por la ciudad de Oporto. Varios de sus integrantes se mostraron encantados de tener la oportunidad de denunciar su situación en el centro de poder de la República portuguesa. Los funcionarios de la morada parlamentaria todavía recuerdan las emociones de aquella velada.

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