La mitad de los electores optan por candidatos radicales

El voto moderado tradicional solo logra por ahora el 41,5 % en las encuestas para el próximo domingo

La candidata a la presidencia de Francia, Marine Le Pen EFE

JUAN PEDRO QUIÑONERO

El espectacular ascenso del voto extremista en Francia introduce un factor de incertidumbre en la campaña presidencial que amenaza los equilibrios políticos tradicionales, víctimas del maximalismo apocalíptico. El voto extremista de izquierda y de derecha suma hoy el 50,5% en los sondeos para la primera vuelta de las elecciones presidenciales del próximo domingo.

El voto moderado tradicional, de centro, reformista o derecha, logra seis puntos menos, el 41,5% de las estimaciones, dividido entre solo dos candidatos: Emmanuel Macron y François Fillon .

Gran partido de la izquierda francesa desde la llegada al poder de François Mitterrand en 1981, el Partido Socialista (PS) está hoy inmerso en una crisis interna cainita y suicida, camino del resultado electoral más catastrófico de su historia. Benoît Hamon, su candidato, solo tiene entre el 7% y el 8% de la intención de voto.

El socialismo francés es víctima de la ascensión «imperial» de un antiguo ministro de Mitterrand y de sucesivos gobiernos socialistas, reconvertido en el populismo de extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon , al frente ahora de una coalición, «Francia insumisa», donde se integran el Partido Comunista Francés (PCF) y varios grupúsculos de extrema izquierda y ecologistas radicales. En las últimas semanas, Mélenchon ha «despegado», ganando muchos puntos en intención de voto. Los mismos que ha perdido el candidato socialista, aparentemente.

La presencia de otros dos candidatos de extrema izquierda, Philippe Poutou (2%) y Nathalie Arthaud (0,5%) aún «roba» más de dos puntos al candidato socialista. Pero, sobre todo, subraya la evidencia de una fragmentación y balcanización de las izquierdas, relegando al PS tradicional a un puesto frágil y amenazado en el nuevo paisaje político nacional emergente.

A la derecha, era clásico el enfrentamiento entre el Frente Nacional (extrema derecha) de la familia Le Pen y los distintos partidos de centro y derecha, liderados por Valery Giscard d’Estaing , Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy , que siempre denunciaron las amenazas políticas, sociales, económicas y culturales de Jean-Marie Le Pen, que llegó a eliminar al candidato socialista, Lionel Jospin, en las presidenciales del 2002.

Quince años más tarde, Marine Le Pen es una adversaria mucho más peligrosa: tiene más intención de voto, puede ganar la primera vuelta y no puede descartarse su posible victoria en la segunda ronda, el 7 de mayo próximo, con un programa inquietante para toda Europa: el «Frexit» , la salida de Francia de la UE tras un referendo de «iniciativa popular», y la ruptura con la Alianza Atlántica y su organización militar integrada, la OTAN.

Tras el escándalo de los presuntos empleos ficticios de los que se benefició su esposa Penelope, François Fillon, conservador, solo tiene hoy un 19% de intención de voto. Tenía entre el 25% y 27% a mediados de enero. Y corre el riesgo de ser eliminado en la primera vuelta, víctima de la ascensión imparable, hasta hoy, de Le Pen, y de la existencia de otro candidato ultra, Nicolas Dupont-Aignan , conservador tradicional hasta hace cinco años, cuando descubrió su vocación mesiánica de «salvador de la patria».

Votos decisivos

Dupont-Aignan está a la derecha de Fillon y a la «izquierda» de Le Pen. Su 4% de intención de voto «roba» a Fillon un capital electoral decisivo, potencialmente devastador. Si el candidato conservador no consigue recuperarse, la doble presencia de la candidata de extrema derecha y el candidato ultra nacionalista eliminarán al candidato de la derecha tradicional.

El gran beneficiario potencial de la ascensión de los extremismos de izquierda y derecha es el candidato social reformista, «ni de izquierda ni de derecha», «centrista del centro», Emmanuel Macron, que ganó más de 3 millones de euros en dos años como banquero (Rotschild), consejero y exministro de economía de François Hollande y apoyado por un abanico de personalidades incompatibles entre sí.

Al día de hoy, Macron cuenta con el voto y apoyo de un ex secretario general del PCF (Robert Hue), exministros conservadores y liberales (Alain Madelin, Dominique Perben), ministros y exministros socialistas (Manuel Valls, Jean-Yves Le Drian), ecologistas históricos (Daniel Cohn-Bendit), militares famosos por su lucha anti terrorista (Jean-Michel Fauvergue), militantes de la derecha tradicional (medio centenar de miembros del equipo de campaña del alcalde de Burdeos, Alain Juppé), militantes de grupúsculos ecologistas más o menos realistas… Goza de una intención de voto del 22,5%.

La ascensión de la extrema derecha desde hace una década es interpretada por los especialistas como un voto de protesta. Más del 40% de los obreros se dicen dispuestos a votar a Le Pen el próximo 23 de abril. El voto de extrema derecha será igualmente significativo entre funcionarios y agricultores , dos fragmentos sociales que en otro tiempo votaban a la izquierda y la derecha tradicionales.

El auge de la extrema izquierda obedece al descrédito del mandato de Hollande , precipitando la división suicida del PS, y al hundimiento del pensamiento socialista, enfrentando a partidarios del «realismo» (Manuel Valls) y del «socialismo auténtico» (Hamon, Anne Hidalgo). Macron se beneficia del voto útil de los electores de centro izquierda e izquierda moderada, que ven con horror el giro a la izquierda de Hamon. Fillon debe afrontar el fuego cruzado de la extrema derecha y la derecha ultra nacionalista . Los medios multiplican a toda hora el griterío extremista, con una consecuencia grave: el riesgo de abstención es excepcionalmente alto, agravando todas las incertidumbres de fondo.

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