Menos periodistas asesinados en un mundo con menos periodismo

La baja cifra de muertos se vincula a la ausencia de reporteros en zonas de conflicto

Flores en el memorial para recordar a la periodista asesinada Daphne Caruana, en La Valeta Reuters
Silvia Nieto

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No hay que aceptar todas las invitaciones al optimismo por muy seductoras que parezcan en un primer momento. Aunque el informe anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF) presentado la semana pasada en Madrid se hacía eco de un dato positivo, que 2019 ha sido el año en el que menos periodistas han muerto desde 2003, lo cierto es que las causas de ese descenso en el número de decesos puede ocultar un reverso preocupante, vinculado con el desánimo y cierta derrota de la profesión: «Celebramos que haya menos muertos, pero muchos tememos que los haya porque el periodismo internacional, el que cubre los conflictos, esté de capa caída», explica el presidente de la sección española de la organización, Alfonso Armada.

Las causas de esa decadencia son múltiples, aunque principalmente se relacionan con el discurso populista, de izquierdas o derechas, que tiende a deslegitimar el periodismo para presentarse como defensor de las verdades del «sentido común» propias del pueblo, y a las dificultades económicos que atraviesa un oficio que ha tenido que encarar numerosos desafíos en los últimos años: «La cifra de muertos esconde una realidad preocupante. El odio a los periodistas aumenta en todo el mundo . Eso pone en peligro sus vidas. Los grandes medios cada vez dedican menos espacio a cubrir conflictos, por lo que hay menos periodistas expuestos a riesgos. También, hay periodistas locales, como en Yemen, que prefieren dedicarse a otras tareas», añade Armada.

Distopía en Xinjiang

En ese escenario preocupante, con 49 periodistas asesinados, 57 secuestrados y 389 encarcelados en todo el mundo, la persecución que la profesión padece en China, donde las autoridades comunistas castigan con detenciones a los reporteros, inquieta a RSF. «China es una zona prioritaria. En la región de Xinjiang , los uigures, la minoría musulmana, están siendo encarcelados en campos de concentración. Las autoridades chinas dicen que pretenden convertirles en mejores ciudadanos, pero en realidad se trata de una ofensiva contra su religión y de establecer un sistema de control policial que se parece mucho al de algunas distopías, como la que retrata la serie ‘’Black Mirror’’: mediante tecnología punta, con reconocimiento facial e inteligencia artificial. Hay un proceso de destrucción de una minoría», denuncia Armada. En noviembre, el diario estadounidense «The New York Times» publicó documentos que demostraban la represión que las autoridades de Pekín llevan a cabo en la zona, donde los ciudadanos son sometidos a un sistema de vigilancia propio de una novela distópica. Los reporteros locales plantan cara con sus informaciones son arrestados. Un total de 120 están entre rejas, aunque la cifra puede ser mayor, ya que la opacidad del régimen impide conocer cada caso. «China es implacable. En parte, eso explica la reacción de los jóvenes de Hong Kong », razona el presidente de la sección española.

Con todo, la conciencia de las dificultades no debe empujar al desánimo. Los hechos prueban que el combate por la libertad de prensa no es un esfuerzo inútil. Matthew, el hijo de la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia , asesinada con un coche bomba en 2017, lo demostró durante la presentación del informe de RSF en Madrid. «Matthew recordó que un movimiento cívico ha logrado que varios ministros dimitan, y que el primer ministro prometa que lo va a hacer a principios de enero», concluye Armada. El caso de la reportera, que está siendo investigado y no va a quedar impune, actúa como consuelo y foco de esperanza para todas las víctimas que honraron el oficio con su pelea por la búsqueda de la verdad.

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