Una matanza en Virginia reabre la campaña demócrata contra las armas

Un funcionario, de 40 años, que había sido despedido, mata a 12 personas en un complejo municipal, antes de ser abatido por la policía

David Alandete

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La peor masacre de este año en Estados Unidos ha devuelto el problema de la tenencia de armas al centro del debate político y ha provocado una reacción unánime en el campo demócrata, cuyos candidatos a primarias han prometido diseñar y aprobar leyes más restrictivas si ganan las elecciones del año que viene. Un funcionario de obras públicas de la ciudad de Virginia Beach, 200 kilómetros al sur de Washington, abrió fuego el viernes por la tarde en un complejo municipal y mató a 12 personas antes de ser abatido por la policía.

El presidente Donald Trump , que ayer pasó el día en uno de sus campos de golf en el mismo estado de Virginia, trasladó sus condolencias a las familias de los fallecidos, pero se abstuvo de hacer más comentarios. Sus contrincantes, todos, prometieron cambios. «Es hora de hacer que las autoridades rindan cuentas», dijo el aspirante demócrata Joe Biden, que fue vicepresidente entre 2008 y 2016. Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts, exigió al Capitolio -del que es parte- que actúe de una vez por todas. Kirsten Gillibrand, de Nueva York, digo que la masacre la puso «furiosa».

DeWayne Craddock , un ingeniero de 40 años, entró en un complejo municipal de 30 edificios al filo de las 4 de la tarde del viernes y accedió a un edificio de tres plantas en el que disparó una pistola semiautomática de calibre 45 con silenciador y cargadores de gran capacidad. Mató a 12 personas, todas ellas menos una funcionarios. Después de 15 años, el homicida había perdido su puesto de trabajo pero usó una tarjeta de entrada válida para acceder al complejo municipal. Cuando fue sorprendido por los agentes de policía abrió fuego contra ellos y se resistió hasta que fue abatido. La policía dijo ayer que en su residencia se encontraron más armas de fuego, pero no reveló el tamaño de ese arsenal.

Los vecinos describieron ayer a Craddok como un hombre solitario al que su mujer había dejado recientemente, según recoge la agencia Associated Press. No tenía antecedentes penales y era un veterano del ejército.

Virginia Beach es una ciudad de 450.000 habitantes en la zona metropolitana de Norfolk, que es la mayor del estado fuera de la capital federal, Washington. La policía local dio ayer una rueda de prensa en la que mencionó de pasada el despido de Craddock, apuntando a un posible móvil para el crimen aunque no quiso precipitarse en sus conclusiones. El jefe de policía, dio los nombres de todas las víctimas y proyectó sus retratos en una pantalla mientras leía una breve biografía de cada uno. Luego felicitó a cuatro agentes que rodearon a Craddock, impidiéndole matar a más gente. «Ellos fueron los que evitaron que hubiera más muertos», dijo. Cuando lo abatieron, le practicaron los primeros auxilios, pero falleció en el acto.

Seguridad armada

Aunque este tipo de masacres se repiten frecuentemente en EE.UU., no hay un consenso en el país para aprobar leyes más restrictivas que impida al menos la compra o tenencia en público de determinados tipos de armas. Cuando en octubre del año pasado otro tirador mató a 11 personas en una sinagoga en Pensilvania, el presidente Trump dijo que si el templo tuviera seguridad armada la matanza se podría haber evitado. En febrero de 2018 el presidente dijo en una conferencia sobre prevención de homicidios que los profesores deberían tener el derecho a portar armas en los colegios para proteger a los alumnos y que quienes lo hagan deberían recibir un «bonus».

Los republicanos, alineados con la influyente Asociación Nacional del Rifle, han impedido cualquier reforma legislativa para restringir la tenencia de armas. Los demócratas, que durante los dos primeros años de presidencia de Obama controlaron las dos cámaras, tampoco han hecho nada por cambiar las actuales leyes. Ayer, el propio Obama criticó las leyes de su país en un discurso en Brasil en el que dijo que el peor día de su presidencia fue cuando un homicida de 20 años mató a 20 niños y seis adultos en una escuela de primaria en Connecticut.

Es cierto que en febrero republicanos y demócratas se pusieron de acuerdo en un primer paso que visto desde el Capitolio parece crucial pero del que las asociaciones a favor de leyes más restrictivas ven insuficiente. Ambos partidos aprobaron en la Cámara baja una ley por la cual los minoristas deberían efectuar una comprobación de antecedentes cada vez que alguien quiera comprar un arma en EE.UU. Los republicanos sólo aceptaron votar a favor de esa ley después de que los demócratas aceptaran incluir un mecanismo para que las autoridades reciban un aviso cada vez que un inmigrante sin papeles trate de comprar un arma. El Senado todavía no ha ratificado esa ley y no hay previsión de que lo haga.

Cambio radical

En menos de un año comienzan las primarias para elegir quién en el campo demócrata se medirá con el presidente Trump en las elecciones de 2020. Tradicionalmente, los candidatos no se han pronunciando de una forma muy enérgica sobre el control de armas, dado que es un asunto muy polémico y que sigue dividiendo mucho al electorado, a pesar de las constantes masacres. Eso ha comenzado a cambiar y varios candidatos han propuesto abiertamente un cambio radical de la legislación, antes incluso de la última matanza.

Uno de ellos, el senador Cory Booker, era gobernador de Connecticut cuando allí se produjo la terrible matanza de niños en diciembre de 2012. Afectado, como Obama, por aquella experiencia, la ha empleado para proponer una reforma integral del sistema de compra de armas con permisos y controles más restrictivos, más similares a los que hay en Europa.

Mucho más a la izquierda, el senador de Vermont Bernie Sanders, abanderado del socialismo en EE.UU., denunció ayer el control que la Asociación del Rifle tiene sobre el Capitolio (en el que él ocupa un escaño) y dijo que esa organización que defiende la tenencia de armas sin cortapisas «debe dejar de escribir nuestras leyes».

En 2018 hubo al menos una matanza con más de cuatro víctimas por mes, según datos del FBI. Un 84% de norteamericanos cree que el país debe tener unas leyes más restrictivas sobre tenencia de armas de fuego, según el prestigioso centro demoscópico Pew.

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