Margarida Sousa, la heroína portuguesa en París
La mujer, que trabaja como portera en el edificio colindante al Bataclán, atendió a 60 jóvenes que huían de la masacre
Margarida Sousa es una humilde mujer portuguesa que vive en París desde hace 35 años. Trabaja como portera en el edificio situado junto a la discoteca Bataclán , donde fueron masacrados 89 jóvenes por los terroristas de Estado Islámico durante el concierto del grupo norteamericano Eagles of Death Metal. La estampida humana para huir del infierno de sangre y destrucción llevó a los supervivientes a salir corriendo como podían. Y Margarida no lo dudó ni un instante: los invitó a pasar a su portal.
Consciente de la gravedad de la tragedia, se afanó en atender a las víctimas con los medios que tenía a su alcance. Resultado: su solidaridad en la primera línea de socorro ayudó a salvar unas 60 vidas.
Hasta cinco heridos se encontraban en estado grave, sobre todo una chavala que tenía incrustadas dos balas. La rapidez de su intervención hizo que la muchacha pudiera revivir, pues su existencia pendía de un hilo.
Sousa, procedente de la pequeña localidad de Emersinde (cerca de Oporto), conocía a un médico residente en el edificio, de modo que lo llamó urgentemente para que la chica pudiera recibir los cuidados necesarios. Para los demás, sacó su botiquín y se puso manos a la obra.
Varios jóvenes comenzaron a abrazar a la mujer y a decir que era una heroína. Ella, sin embargo, rechazaba entre lágrimas semejante consideración y declaró posteriormente a algunos medios portugueses: «Lo que deseo de verdad, desde el fondo de mi corazón, es que ella consiga sobrevivir porque me dio mucha pena cuando los bomberos la trasladaban. Me impresionó esta chavala porque no olvidó decirme las gracias y me pidió que, por favor, le diera un beso».
«Que nadie diga que fui una heroína»
«De verdad, no quiero que nadie diga que fui una heroína, aunque estoy satisfecha porque los ayudé con todo mi corazón. Sólo espero que esos jóvenes puedan sobrevivir», añadió.
Margarida Sousa pensó inicialmente que tal vez podía haber algún «criminal» entre las personas que dejó pasar, pero la sangre que los cubría la llevaron a no dejarse llevar por las sospechas y a primar el factor humano. La señora se vio sorprendida por la gravedad de la situación justo cuando hablaba por teléfono con su hija y se disponía a ver una telenovela. Fue golpeada entonces por la dura realidad, con el recuerdo aún fresco del atentado contra la revista «Charlie Hebdo», cuya sede se alza en la misma zona.