Macron y el «Aquarius»: silencio sepulcral
En su día, el presidente francés se negó a recibir en ningún puerto francés a los inmigrantes del «Aquarius» acogidos en Valencia por decisión del gobierno español
De vacaciones en el fuerte de Brégançon, entre la Provenza, la Costa Azul y España, su nuevo « palacio de verano », Emmanuel Macron comienza por guardar ruidoso silencio antes las propuestas del gobierno regional de Córcega y el puerto de Sète, entre la Costa Azul y la frontera española, de recibir a los 141 inmigrantes recogidos por el barco humanitario «Aquarius».
En su día, el presidente Macron se negó a recibir en ningún puerto francés a los inmigrantes del «Aquarius» acogidos en Valencia por decisión del gobierno español.
En su día, Macron apeló a la «derecho marítimo internacional» para justificar su rechazo al «desembarco» en un puerto francés a los inmigrantes acogidos en Valencia.
Semanas más tarde, Macron comienza por guardar silencio ante el nuevo caso del mismo «Aquarius», privado de su pabellón gibraltareño, a la espera que algún puerto europeo acepte recibirlo.
Gilles Simeoni, presidente del Consejo Ejecutivo de Córcega, «nacionalista moderado», ha vuelto a declarar que su gobierno regional está dispuesto a recibir a los inmigrantes que viajan en el «Aquarius», con destino desconocido. Simeoni recuerda que Macron ya rechazó en su día su primera proposición de acoger a los inmigrantes que terminaron desembarcando en Valencia.
Jean-Claude Gayssot , presidente/director del puerto de Sète ha hecho una propuesta semejante, recibiendo el mismo silencio por respuesta.
La UE celebró el 24 de junio pasado una cumbre “monográfica” consagrada al tema de la inmigración, sin llegar a conseguir ningún acuerdo práctico, confirmando el enfrentamiento de gran calado entre los países muy hostiles a la inmigración (Italia, Austria, Hungría, República checa, Eslovaquia, Polonia) y los países que adoptan una línea menos hostil (Alemania, Francia, España). Enfrentado directamente con el gobierno italiano, al que censuró con cierta severidad verbal, Macron ha intentado «refugiarse» en un terreno relativamente ambiguo apelando a una invisible «solidaridad europea», sugiriendo la construcción de centros de « internamiento provisional ».
Ninguna de las proposiciones del presidente francés ha tenido un eco tangible, más allá de las declaraciones de intenciones.
El nuevo caso del «Aquarius» vuelve a poner al presidente de Francia ante una alternativa inflamable, condenándolo a «definirse» y salir del «refugio» verbal de una « solidaridad europea » sencillamente invisible.
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