Macri desayuna en Nueva York con la dimisión del presidente del Banco Central
El don de la inoportunidad marca una decisión que se interpreta como una derrota de Caputo
Tranquilidad es un término que, en lo que va de año, parece estar enemistado con Mauricio Macri . El presidente de Argentina se desayunó -o atragantó- en Nueva York (Asamblea General de la ONU) con dos malas noticias . La dimisión de Luis Caputo, hasta ahora presidente del Banco Central y la cuarta huelga general con la que el sindicalismo castiga a su Gobierno.
Guido Sandleris, reemplazo de Caputo, ocupará un puesto de máxima sensibilidad en Argentina donde, cualquier señal de desconcierto, duda o incertidumbre se paga, como sucedió de inmediato, con un dólar al alza.
El don de la inoportunidad marca una decisión que se interpreta como una derrota de Caputo , en el pulso que mantenía con el ministro de Economía, Nicolás Dujovne y el Fondo Monetario Internacional por su forma de «domar» al dólar.
El Gobierno de Macri renegocia estos días (están pendientes flecos) un acuerdo con el FMI que le permitirá disponer de liquidez suficiente hasta fines del 2019 para evitar «corridas» con el peso . La decisión de Caputo, un golpe bajo para algunos, al anunciarla con Macri en Nueva York, se traduce en mayor peso específico para el ministro de Economía, Nicolás Dujovne.
Aunque era una crónica anunciada, también las movilizaciones sindicales y la cuarta huelga general al Gobierno de Mauricio Macri, sorprendieron al presidente argentino en Nueva York mientras recibía un importante premio internacional (Global Citizen Award), compartía mesa con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde y anunciaba en Bloomberg TV la noticia que el mundo de las finanzas quería oír: el año próximo se presentará a la reelección.
En el exterior se celebra a Macri pero en casa el sindicalismo, los movimientos sociales y los sectores más extremos de la oposición tratan de arrinconarle cuando, prácticamente, falta un año para que termine la legislatura. Las movilizaciones que comenzaron el lunes y la huelga general, en protesta por la política de ajuste, logran poner patas arriba un país cansado de apretarse el cinturón y, en simultáneo, indignado por la red de corrupción sin escrúpulos que se tejió durante los años de régimen kirchnerista (2003-2015) y dejó secas las arcas de un Estado que no levanta cabeza. Las víctimas, en ambos casos, son los argentinos.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca salió a defender la gestión con un ataque al sindicalismo: « Deben dejar de lado la política electoral para alcanzar acuerdos que le sirvan a los argentinos ». Las declaraciones de Triaca siguieron a otras anteriores del líder de la CTA, Pablo Micheli que dijo: «No alcanza con un paro, o se cae este modelo económico o estos tipos dejan el Gobierno».
Jorge Triaca, en declaraciones a Infobae.com, insistió. «El paro nacional no resuelve nada en la Argentina». La CGT (Confederación General del Trabajo), además de la CTA y los denominados movimientos sociales , no piensan lo mismo y sueñan con cambios después de una jornada de huelga que tiene garantizado el éxito y desde primeras horas se siente en el país con la parálisis del transporte público.
Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña, el triunvirato que conduce la CGT, exige la reapertura de las «paritarias» (convenios laborales) como consecuencia del alza de la inflación que podría acercarse, a fin de año, al 40 por ciento. Asimismo, quieren frenar los despidos y que el Gobierno, entre otras medidas, declare la «emergencia alimentaria».
Los efectos inmediatos que percibe la población es la ausencia de los camiones de retirada de basura, los bloqueos de acceso de las principales vías a la ciudad de Buenos Aires y a las del interior , aeropuertos cerrados, suspensión de ferrocarriles así como gasolineras sin funcionar, bancos con la persiana echada, centros escolares y universitarios cerrados y comercios con el candado puesto.
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