La lucha contra la corrupción y la defensa de la seguridad, las grandes bazas de Bolsonaro
El excapitán, entusiasta, al menos de boquilla, de la dictadura brasileña, está a un paso (unos cuatro puntos) de convertirse en presidente del país
Brasil enfila el camino de la derecha a imagen y semejanza de su vecino de América del Norte. Los parecidos entre Jair Bolsonaro (63) y Donald Trump (72) no son pocos. En lo negativo coinciden en su racismo, desprecio a las mujeres y comentarios homófobos. En lo positivo, ambos hombres, abanderados del ordeno y mando, conquistaron a buena parte de su electorado con mensajes implacables de lucha contra la corrupción, defensa de la seguridad y promesas de un futuro mejor para la economía de Brasil y de sus ciudadanos.
El excapitán Bolsonaro, entusiasta, al menos de boquilla, de la dictadura brasileña, está a un paso (unos cuatro puntos) de convertirse en presidente del país que podría formar, por sí mismo, un continente. Las elecciones, como los partidos de fútbol, h ay que jugarlas pero resulta muy difícil imaginar un escenario , dentro de tres semanas, con Fernando Haddad victorioso y Bolsonaro hundido . El escrutinio final de la primera vuelta arrojó un saldo de 46 por ciento de los votos para el primero y de poco más del 29 por ciento para el elegido de Luiz Inacio Lula Da Silva.
El balotaje del 28 de octubre parece que apuntaría a confirmar la debacle del Partido de los Trabajadores (PT). La caída del movimiento que logró mantenerse en el poder, cerca de quince años consecutivos, fue tan dura que hasta se cobró la cabeza de la expresidenta Dilma Rousseff, incapaz de lograr un escaño de senadora en Minas Gerais, su territorio. La monumental corrupción destapada con el escándalo Lava Jato , el deficit económico y el récord de asesinatos en el 2017 (más de 64.000) sumado a la sombra de Lula y su estrategia de manotazos de ahogado desde prisión, no ayudaron a levantar en las urnas a un hombre tratado, por lo suyos, primero como un pelele y al final, a la desesperada, como su último recurso.
El atentado contra Bolsonaro, como era previsible, logró el efecto contrario al propuesto. Su imagen se disparó y los sondeos, una vez más, no lograron registrar hasta donde llegaría la nueva estrella de la política brasileña. Evo Morales, imprudente histórico a la hora de opinar en las elecciones de los países que tiene más cerca (de los otros también), supo en esta ocasión guardar la ropa y manifestarse con una diplomacia sin precedente . Anticipó para la segunda vuelta, «la victoria del pueblo brasileño» y omitió pronunciar una palabra en contra de Haddad.
El presidente de Bolivia sabe que corren nuevos vientos y con Bolsonaro en Brasil las cosas serán –si las urnas no lo remedian- muy distintas de cómo fueron con Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Lula y Dilma Rousseff en Brasil, Michel Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y el matrimonio Kirchner en Argentina, sin olvidar a José «Pepe» Mujica en el pequeño y armonioso Uruguay. Todos ellos formaron un equipo dispuesto a cerrar los ojos o hacerse los distraídos ante los abusos de unos y otros, fueran estos en Caracas, Buenos Aires, Quito o Brasilia.
La nueva Sudamérica tiene ya otros protagonistas de la historia. La Argentina de Mauricio Macri, la Colombia de Iván Duque, el Chile de Sebastián Piñera, el Paraguay de Mario Abdo o el Ecuador de Lenin Moreno y el Uruguay de Tabaré Vázquez, están lejos de ese modo de entender la democracia que tanto daño hizo a buena parte del continente . Aunque sus parecidos con Jair Bolsonaro no sean los de Trump, su llegada al Palacio de Planalto, en el fondo, no sería tan mala noticia.
Noticias relacionadas