«La Jungla» vuelve a reconstruirse en París

Entre 300 y 600 inmigrantes en incierta condición administrativa han vuelto a instalarse en Calais

La Poicía desaoja los campamentos de los refugiados AFP
Juan Pedro Quiñonero

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La Jungla se está reconstruyendo en París, donde han comenzado a crecer varios campamentos de inmigrantes y aspirantes a refugiados , cuya instalación vuelve a convertirse en un problema que tiene muchos flecos inflamables para los vecinos, para la alcaldía, para la salubridad y seguridad de la periferia norte de la capital.

Las inmediaciones del bulevar de la Chapelle, al norte de París, funcionan desde hace años como «varadero» donde recalan sucesivas «olas» de inmigrantes que aspiran a conseguir un estatuto de refugiados.

El 2015 y el 2016, varios millares de inmigrantes en situación regular e irregular fueron expulsados o «distribuidos» por toda Francia .

Hace dieciocho meses, el más legendario de los campos de refugiados de Francia, La Jungla , en la periferia de Calais, cerca de la frontera belga, fue desmantelado con mucho aparato policial y de fuerzas anti disturbios. Entre 300 y 600 inmigrantes en incierta condición administrativa han vuelto a instalarse en Calais.

En la periferia del norte de París, en las inmediaciones del bulevar de la Chapelle, han aparecido varios «campamentos provisionales», que ha comenzado a crecer de manera significativa: entre 500 y 600 nuevos inmigrantes llegan cada semana. Y los problemas vuelven a multiplicarse, como años pasados.

Los negocios próximos a los campamentos (bares, restaurantes, tiendas, hoteles) han visto caer su cifra de negocios de manera alarmante.

Los vecinos del barrio, por su parte, se sienten desamparados y amenazados. Los inmigrantes viven en unas condiciones de higienes lamentables cuando no dramáticas: apenas hay servicios públicos, las «necesidades» se amontonan por las esquinas, las tensiones a flor de piel corren el riesgo de degenerar en todo momento.

La alcaldía de París se dice «desbordada». La creación de varios centros municipales de acogida de refugiados han creado un «efecto llamada». Los centros están saturados . Y los servicios de limpieza y seguridad están desbordados. Los inmigrantes, por su parte, viven y duermen a la espera de un «milagro» que no llega: el papeleo de las demandas de un estatuto de refugiado son muy lentas; ellos mismos se sienten inseguros. El ministerio del interior ha comenzado a desplegar unidades anti disturbios con la mayor «discreción». Los inmigrantes más «decididos» vagan por algunos barrios acomodados, pidiendo limosna en unas condiciones siempre lamentables. El gobierno de Emmanuel Macron comienza por guardar silencio .

«La Jungla» vuelve a reconstruirse en París

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