LA FOTO DE LA SEMANA
Juegos de niños, juegos de guerra
«Juegan los niños a los juegos de guerra sin saber que el suelo que pisan es la consecuencia de esos juegos»
Tanto en la guerra como en la paz, los niños juegan a buenos y malos, policías y ladrones, ese maniqueísmo tan fácil de entender y que la experiencia y el conocimiento desbaratan para imponer la duda, salvo en los inmaduros, que siguen dividiendo el mundo de forma sectaria.
Puede parecer una obviedad, pero lo más parecido a un niño es otro niño, incluso aunque sea de otra raza o de otra etnia, porque los prejuicios de las costumbres, que sirven de alimento en cualquier sociedad, todavía no han marcado huellas, ni han puesto lentes de aumento en la mirada.
Juegan los niños a los juegos de guerra sin saber que el suelo que pisan es la consecuencia de esos juegos. Faltaban todavía cuatrocientos años para que naciera Jesucristo y Seleuco, que fue general con Alejandro el Magno, se acordó del nombre de su padre y bautizó con él la capital del imperio en Siria. Antioquía fue un punto clave, un cruce de idas y venidas entre el Mediterráneo y Asia que contribuyó tanto a su crecimiento como a que fuera sitiada con cierta regularidad. Juegan los niños en la calle, cuatrocientos años después, sin saber lo que ocurrió, y es posible que ajenos a la guerra civil que, a pocos kilómetros, al sur, se libra en la actual República Siria, donde ya no hay buenos y malos, sino malos y peores, y los niños no pueden jugar porque son destruidos, o les han amputado algún miembro o, más lento pero igual de trágico, mueren poco a poco de hambre.
En los dibujos animados las peleas son también a vida y muerte virtual, pero el héroe del dibujo siempre resucita, aunque se haya estrellado contra un muro en un vehículo a alta velocidad, aunque se haya caído de un avión o lo hayan sumergido a decenas de metros bajo el agua. Es un juego, como este niño que es alcanzado por un disparo de mentira y vuelve a resucitar para reanudar el juego, donde pueden cambiar los papeles.
Un poco más abajo, cada vez que cambian los papeles en una ciudad, en un poblado, aumentan los muertos, las represalias. Está allí el foco de esa desesperación que obliga a un ser humano a elegir una muerte incierta en el mar o una desesperación cierta quedándose. Y ese foco es el que lanza la caliente llamarada de la inmigración masiva, que está cambiando, y puede cambiar todavía más, las características del continente europeo. Y, en lugar de intentar apagar el foco, se contempla como si el incendio fuera en una casa ajena, y nos distraemos con el Brexit, por ejemplo, como si ésta no fuera una tarea que atañe a todos, y que a todos nos afecta. Juegan los niños en Turquía, mientras los mayores, en Europa, en Rusia y en Estados Unidos, juegan a tácticas a corto plazo, pensando en sus electores y sin pensar en el futuro, que se va construyendo con su anuencia y nuestra irresponsabilidad.