Jordania frena las protestas tras el compromiso de Al Razaz de no asfixiar la economía

El pasado miércoles se nombró al antiguo economista del Banco Mundial como Jefe del Gobierno

Manifestantes celebran el anunció realizado por el primer ministro designado de Jordania EFE
María Iverski

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Jordania, un país capaz de permanecer ajeno a los distintos conflictos que azotan oriente Medio, se ha visto envuelta en los últimos días en multitudinarias manifestaciones que pedían el fin de las medidas de austeridad auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y frenar la subida de impuestos. La presión popular provocó la dimisión del jefe del Gobierno , Hani al Mulki , y el nombramiento el pasado miércoles de un antiguo economista del Banco Mundial, Omar al Razaz , quien en primer término retiró el polémico proyecto de reforma fiscal que ha indignado a los ciudadanos.

El moderado Razaz se comprometió entonces a no asfixiar la economía de las familias y empresas y a alcanzar «un sistema fiscal justo para todo el mundo». Su decisión ha traído, por el momento, el fin de unas movilizaciones que han llevado a la calle a una gran mayoría de jóvenes y que han supuesto una amenaza para la estabilidad del reino . La política de austeridad impuesta por el FMI ya causó protestas similares en 2012 y ahora, a pesar de los partidarios de dar un margen de confianza al nuevo primer ministro, son muchos los que desconfían de las promesas de la clase política.

Economía estancada

La controvertida reforma tributaria desechada por el gobierno era la última de una serie de propuestas adoptadas por Jordania después de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le concediese en 2016 un préstamo a tres años de 723 millones de dólares. Con la dura reestructuración se busca, sobre todo, reducir una deuda pública que alcanza los 35.000 millones de dólares así como impulsar el crecimiento de su paralizada economía.

Para ello, el proyecto de ley fiscal aspiraba a aumentar el número de contribuyentes en un 6%, rebajando el umbral de ingresos exigido para pagar el impuesto sobre la renta. El gobierno preveía una subida de entre el 5% y el 25% de los impuestos para los particulares y se gravaba a las personas a partir de un sueldo anual superior a 8.000 dinares (unos 9.500 euros). Una decisión mal recibida por los jordanos en un país en el que la tasa de inflación creció en un 50% del 2006 al 2017. Desde enero, el país ha sido testigo de como los precios de los productos básicos, incluido el pan, se han disparado. También el precio de los combustibles se incrementó cinco veces este año y la factura de electricidad registró un alza del 55% desde febrero. Se suma a ello un índice de paro del 18,5 %, según cifras oficiales, y unos índices de pobreza del 20%. Sin los recursos naturales de sus vecinos del Golfo, el país tiene una gran dependencia de la ayuda financiera internacional y, de acuerdo con los expertos, podría derivar hacia la insolvencia económica.

Problemas pendientes

La estabilidad de la que hace gala el país y su óptica islámica moderada han servido de aval para hacer de Jordania un reconocido y fiable interlocutor en Oriente Medio . Su proceder cauteloso y pragmático ante las crisis de sus vecinos lo han convertido en un aliado clave en la región para Estados Unidos, -Jordania es uno de los principales receptores de ayuda norteamericana-, e Israel. Su posición en la guerra de Siria ha sido un buen ejemplo de ello buscando la forma de alejar al Daesh de sus fronteras y frenando la llegada de refugiados sirios, uno de los retos más complicados que afronta el gobierno.

Según cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 1,3 millones de sirios viven en Jordania de los cuales alrededor de 655.000 se han registrado como refugiados. La gestión del flujo de refugiados provenientes de Siria ha sido difícil no solo por la carga que añade a una ya de por sí ahogada economía, sino también porque una parte de la población les culpa de empeorar la situación laboral.

Jordania es al mismo tiempo hogar de una gran población palestina y el único país árabe que les ha concedido la ciudadanía. Aun así, muchos jordanos consideran que su presencia es temporal. No existen datos oficiales pero se calcula que de sus 6,5 millones de habitantes alrededor de la mitad son de procedencia palestina. Ante el problema demográfico que suponen los palestinos para la monarquía hachemita, ésta se ha posicionado oponiéndose, como el Líbano y Siria (los tres países árabes en los que viven la mayoría de los refugiados), a cualquier solución que contemple la reubicación de los palestinos de forma permanente dentro de sus fronteras.

Por otro lado, la irrupción del Frente de Acción Islámica (FAI) -brazo político de los Hermanos Musulmanes – en el parlamento jordano en 2016, aunque con un limitado número de escaños, también ha sido motivo de preocupación para el régimen. La crisis económica que ahoga al país, el alto porcentaje de corrupción política y los conflictos en la región han sido aprovechados por los islamistas para jugar su mejor baza política, la de la desafección. Defensores de Hamás y contrarios a Israel, se alinean en el mismo sentido que sus colegas de otros países. Nunca han defendido la violencia en Jordania, sin embargo, el propio rey Abdalá ha expresado su recelo hacia los islamistas en diversas ocasiones.

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