El jefe militar de EE.UU. reconoce el «daño» en la credibilidad con sus aliados tras Afganistán
El reconocimiento de Milley llega en un momento en el EE.UU. ha agitado las relaciones dentro de la OTAN
La cúpula militar de EE.UU. compareció este martes en el Senado de EE.UU. para responder a preguntas de los legisladores después de uno de los capítulos más bochornosos en política exterior para el país: la salida caótica y trágica de Afganistán tras una guerra de dos décadas que ha acabado con los talibanes en el poder, los mismos que EE.UU. combatió desde 2001.
El episodio tiene un impacto significativo más allá de las fronteras de EE.UU. En especial, en la relación militar que mantiene con sus socios y aliados tradicionales, como la Unión Europea, que pasa por un momento convulso. Muchos de los países que cooperaron con EE.UU. en la guerra de Afganistán -primero para represaliar a los terroristas que llevaron a cabo los ataques del 11-S, también para echar del poder a los talibanes que les protegían, después para impulsar un gobierno de estilo occidental que nunca acabó de fraguar- asistieron con sorpresa e indignación a la caída del ejército afgano apoyado por EE.UU., al análisis equivocado que hizo la inteligencia estadounidense de la situación en el terreno y al caos y la falta de comunicación en la evacuación de Kabul.
«Creo que nuestra credibilidad con aliados y socios de todo el mundo y con los adversarios está siendo revisada con intensidad por ellos», reconoció a preguntas de los senadores el general Mark Milley, jefe del estado mayor de EE.UU. Sobre si la salida de Afganistán supone un «daño severo» a la credibilidad de EE.UU., Milley añadió: «Creo que ‘daño’ es una palabra que se pueda usar, sí».
El reconocimiento de Milley, en la primera comparecencia legislativa de la cúpula militar tras el desastre de Afganistán, llega en un momento en el EE.UU. ha agitado las relaciones dentro de la OTAN. El acuerdo Aukus , por el que EE.UU. y Reino Unido dotarán con submarinos de propulsión nuclear a Australia para contener las ambiciones de China en la región Índico-Pacífico, ha enfurecido a Francia, que tenía un contrato previo con el Gobierno australiano. Esta y otras iniciativas, como el grupo Quad -formado por EE.UU., Japón, Australia e India-, dejan claro que la política exterior de Washington se reorienta hacia Asia y deja de lado a Europa.
El secretario de Defensa, Lloyd Austin, ofreció ante los senadores una visión diferente a la de MIlley. «Creo que nuestra credibilidad sigue siendo sólida», aseguró, pero admitió que no hay dudas de que «habrá gente que lo cuestione de ahora en adelante».
Golpe para Biden
Junto a Austin y Milley compareció el general Kenneth McKenzie , comandante del Mando Central de EE.UU, responsable de las operaciones en Afganistán. En lo que supone un golpe para el presidente de EE.UU., Joe Biden , tanto McKenzie como Milley aseguraron que defendieron la idea de dejar un contingente de 2.500 hombres en Afganistán -el mismo que el anterior presidente, Donald Trump, dejó al final de su mandato- en lugar de cumplir con la salida pactada por Trump con los talibanes .
«Mi consejo fue no establecer plazos fijos», dijo Milley, algo que ni Trump ni Biden respetaron. El primero acordó con los talibanes una retirada completa para el pasado 1 de mayo, mientras que Biden la extendió hasta el 1 de septiembre. Su recomendación fue acordar una salida «establecida por condiciones de cumplimiento», no por fechas.
Los tres coincidieron en que nadie esperaba que el ejército afgano, en el que Washington había invertido miles de millones de dólares en los últimos veinte años, n o plantara resistencia ante la ofensiva talibán , que tomó el país en apenas once días. Los análisis de la inteligencia «fallaron completamente» en anticipar ese escenario, aseguró MIlley, lo que provocó una salida a la carrera de Kabul.
Ante las exigencias desde algunos sectores de EE.UU. de que la presencia militar se alargara más allá del 1 de septiembre, Milley aseguró que eso hubiera significado «ir a la guerra contra los talibanes» y, al mismo tiempo, sufrir la amenaza de Estado Islámico-Jorasán, que atacó el aeropuerto de Kabul en los últimos días de la retirada, con trece militares estadounidenses muertos y más de 170 afganos fallecidos.
Los senadores utilizaron la comparecencia de la cúpula militar para retratar el fracaso de Afganistán como el resultado de un acuerdo nefasto de Trump con los talibanes -los demócratas- o de una gestión pésima de Biden -los republicanos-. Milley prefirió ampliar el foco y retrató la guerra en Afganistán -veinte años, casi 2.500 vidas estadounidenses perdidas, un despilfarro de 2,3 billones de dólares- como un «fracaso estratégico» de EE.UU.
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