Jacques Chirac, el líder político que puso fin al santuario etarra

Las relaciones de Chirac con España consumaron cambios bilaterales profundos, abrieron un cisma europeo y trasatlántico, y dieron un frenazo a los proyectos de «federalismo asimétrico» de Rodríguez Zapatero

Felipe González y Jacques Chirac, durante una cumbre de la UE

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Las relaciones de Jacques Chirac con España consumaron cambios bilaterales profundos, abrieron un cisma europeo y trasatlántico, y dieron un frenazo a los proyectos de «federalismo asimétrico» de Rodríguez Zapatero.

En 1986, siendo Felipe González primer ministro de España, Chirac, jefe de Gobierno de François Mitterrand , envió a uno de sus ministros del Interior a Madrid con este mensaje, expuesto con claridad a José Barrionuevo: «Vosotros enterráis a los GAL y nosotros os damos todo lo que pidáis».

Aquel mensaje tuvo un efecto fulminante. Semanas más tarde, Chirac desenterró una legislación de los años 40 del siglo pasado para expulsar por un procedimiento de urgencia absoluta a varias decenas de etarras, familiares y presuntos etarras. Era el principio del fin del santuario.

En 2003, siendo primer ministro José María Aznar , Chirac, presidente, decidió lanzar una ofensiva europea contra los proyectos de intervención militar de George Bush en Irak. En Bruselas, la UE se dividió entre partidarios de apoyar a Bush (Tony Blair y Aznar, entre otros, a geometría variable) y los partidarios de oponerse, liderados por Chirac y el canciller de Alemania, Gerhard Schröder . Aquel cisma europeo y trasatlántico tuvo durables consecuencias nefastas, para Europa y para las relaciones hispano francesas.

En 2004, por vez primera en la historia de las relaciones hispano francesas, Rodriguez Zapatero tomó la decisión personal de invitar a una cumbre bilateral a los presidentes de los gobiernos autonómicos de las regiones fronterizas, Cataluña, Aragón y País Vasco. Intentando poner en práctica las teorías del «federalismo asimétrico» de Pasqual Maragall, Zapatero deseaba proponer una suerte de diálogo directo entre las regiones fronterizas, en el marco de la difunta «Europa de las regiones».

Los corresponsales españoles fuimos convocados con urgencia al Elíseo, donde se nos transmitió una doctrina simple y expeditiva: «La delegación española en la próxima cumbre bilateral puede invitar a quien quiera. Pero la delegación francesa solo recibirá y se entrevistará con los representantes del Estado español».

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