La izquierda latinoamericana se queda sin monseñor Romero

La canonización del arzobispo mártir deja al FMLN, que quiso apropiárselo, sin estandarte político

Monseñor Óscar Arnulfo Romero ya es santo, tras ser canonizado en Roma EFE

Emili J. Blasco

Cuando monseñor Oscar Romero fue beatificado en 2015 en San Salvador, la plana mayor del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) – la antigua guerrilla , convertida en partido de Gobierno– estuvo allí, en las primeras filas. No pudo ya haber la abierta apropiación con que el sandinismo acogió la misa central oficiada por Juan Pablo II en Managua en 1983, queriendo dar la impresión de una 'bendición' papal de la revolución. Tras años de vida democrática, los dirigentes del FMLN no podían sembrar de banderas rojas la plaza del Salvador del Mundo, pero siguieron intentando predicar que monseñor Romero había estado de parte de ellos.

El pasado domingo, sin embargo, a su canonización en Roma solo acudió el presidente del país, el exguerrillero Salvador Sánchez Cerén . Aunque razones de ahorro explican que solo viajara el primer mandatario y su esposa, la cuestión es que el ascenso a los altares de monseñor Romero, asesinado en 1980 por una conspiración paramilitar, le ha ido quitando espacio a la izquierda para su utilización política.

A medida que en los últimos años la Iglesia Católica universal ha ido descubriendo y ensalzando la figura del nuevo santo, menos margen le ha quedado al FMLN para enarbolar su fotografía . Sigue teniendo rentabilidad política lucir su imagen, por el enorme fervor popular que despierta el prelado mártir entre todo tipo de salvadoreños, pero ocurre que lejos ya la guerra civil vivida en el país entre 1980 y 1992, la figura de Romero ahora solo habla de valores religiosos y pastorales, fuera de un contexto político, ya cada vez más atrás en el tiempo, que es el que le interesaba al FMLN.

Malinterpretado y manipulado

Debido a las fratricidas tensiones internas, en las convulsas décadas de 1970 y 1980, cada bando malinterpretó y manipuló las palabras e intenciones de Romero.

De origen humilde y vocación sacerdotal temprana, Oscar Arnulfo Romero se ordenó en 1942 y fue nombrado obispo en 1970. Fiel a la doctrina de la Iglesia, en los complicados tiempos eclesiales posteriores al Concilio Vaticano II, su alineamiento con los pobres nunca le llevó a defender la Teología de la Liberación. Esto último hizo que parte del clero salvadoreño, sensibilizado en esa época con la lucha de clases marxista, le recibiera inicialmente con reticencias cuando en 1977 fue designado arzobispo de San Salvador. Cuando desde esa posición tuvo que elevar la voz contra las atrocidades que cometía el Gobierno y su aparato de represión, fue considerado como comunista por la oligarquía dominante y los militares salvadoreños. Las combativas homilías de Romero también toparon con la incomprensión de sectores católicos tradicionales, pues parecían beneficiar a una izquierda cada vez más agresiva, en un enfrentamiento que justo a su muerte devino en guerra civil.

Sin embargo, «Romero entendió su misión pastoral como algo profundamente religioso y no político», advierte Rafael Domingo, autor del ensayo «Oscar Romero, mártir por el Evangelio y la justicia social». «Para Romero, levantar la voz no era una decisión política, sino una decisión moral y profundamente evangélica (...) Entendió que la denuncia de las brutales atrocidades gubernamentales no era una cuestión política, sino un requerimiento inexcusable para el establecimiento del Reino de Dios en la tierra. Romero abogó por una defensa no violenta de la justicia, inspirada en el amor, el perdón y la participación social».

Releer a Romero

Superadas las heridas de la guerra civil, aunque su cicatrización en modo alguno es completa, muchos salvadoreños están dispuestos a dirigir una nueva mirada hacia lo que ocurrió en el país hace ya más de treinta años. Los católicos que vivieron con más tensión el riesgo comunista propio de la Guerra Fría leen de nuevo los mensajes de Romero y aprecian su profunda espiritualidad , sin que cuestiones coyunturales los distorsionen: ahora ven en ellos al pastor que quiso estar cerca del pueblo sufriente.

Los que son de derechas, vencido ya hace tiempo el comunismo en el mundo y generalizada la sensibilidad hacia los derechos humanos, pueden hoy juzgar con mayor severidad las atrocidades cometidas por el Gobierno y entender la reacción que entonces tuvo Romero. Para los que son de izquierdas se desvanece la figura de un Romero político y emerge su figura religiosa ; así, el FMLN se está encontrando con que al seguir enalteciendo a Romero está ensalzando a alguien identificado completamente identificado con la Iglesia: lo probable es que vaya dejando de lado su fotografía.

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