El hundimiento de la vicepresidenta Kamala Harris
En menos de un año, un 41% de los votantes tienen una opinión favorable de ella, frente al 52% que le suspende

Joe Biden incurrió esta semana en uno de sus -no infrecuentes- patinazos dialécticos y se refirió a su vicepresidenta, Kamala Harris , como «presidenta Harris». No era la primera vez que el presidente de EE.UU. cometía el traspiés, pero esta vez sonaba a ... paradoja: Harris se ha deteriorado como heredera natural de Biden, entre críticas a su gestión, escasez de logros, desbandada de altos cargos y hundimiento en las encuestas.
Kamala , como todo el mundo la conoce en EE.UU., está a la vez más cerca -Biden tiene 79 años y ella es la primera en la línea de sucesión- y más lejos que nunca de la presidencia.
Los vicepresidentes con aspiraciones a la Casa Blanca -¿ha habido alguno que no las haya tenido?- siempre tienen que ejecutar un baile complicado, con un ojo puesto en su mandato y otro en la siguiente campaña presidencial: es necesario contribuir al éxito de la presidencia de la que forma parte y apuntarse tantos, pero, al mismo tiempo, no quemarse. En el caso de Harris es todavía más complicado por la incertidumbre sobre si Biden, el presidente más viejo de la historia de EE.UU., se presentará a la reelección. Muchos -incluso él mismo, que en la campaña de 2020 dijo que sería «un puente» hacia una nueva generación de demócratas- siempre han creído que sería un presidente de un solo mandato: concurriría a su reelección en 2024 a punto de cumplir 82 años y acabaría su presidencia con 86 .
Biden, quizá en un intento de no agitar las aguas en un momento en el que también se ha hundido en las encuestas, defendió a finales del mes pasado que se presentará en 2024. Esta misma semana, la Casa Blanca ha asegurado que, además, volverá a llevar a Harris como candidata a la vicepresidencia. «No hay cambios», dijo la portavoz Karine Jean-Pierre.
Quizá era un intento de respaldar a Harris en un momento de debilidad. Las dudas sobre la viabilidad de Harris como candidata demócrata volvieron a aflorar hace pocos días con la salida de Symone Sanders, pieza clave de su equipo, como portavoz principal y asesora senior. La despedida de Sanders, una veterana de la campaña presidencial de Biden, se conocía poco después de la marcha de la directora de comunicación de Harris, Ashley Etienne. En el verano salieron otras dos integrantes de su equipo, esta vez dedicadas a labores de producción, Karly Satkowiak y Gabrielle DeFrancheschi. Fue entonces cuando empezaron a aparecer informaciones sobre el clima tóxico y abusivo en la oficina de la vicepresidenta. Esa reputación no era nueva para Harris. Le ha acompañado durante su carrera como fiscal de distrito y fiscal general en California, en su asalto al Senado en 2016 y en su campaña por la presidencia -descarrilada a las primeras de cambio- en 2020.
Viejos patrones destructivos
«Es triste verla repetir los mismos viejos patrones destructivos», escribió en una columna en el ‘San Francisco Examiner’ un antiguo colaborador, Gil Duran, un demócrata que aguantó cinco meses en su equipo en 2013 (solo dos personas que han trabajado con la vicepresidenta desde antes de 2020 siguen con ella).
El adiós de Sanders y Etienne volvió a cuestionar el ambiente puertas adentro en la oficina de la vicepresidenta. Un equipo «disfuncional y frustrado», con gente «quemada» pocos meses después de llegar a la Casa Blanca, liderados por una jefa «inconsistente», «humillante», «colérica», describían las crónicas de ‘The Washington Post’ o la CNN.
Lo malo para Harris es que no es solo un problema de ambiente tóxico en una circunstancia de máxima presión. El público no la está percibiendo como una líder efectiva. Biden le dio el encargo envenenado de solucionar los problemas de raíz de la inmigración de indocumentados, la situación socioeconómica, en los países centroamericanos de donde vienen la mayoría de ellos, y, aunque Harris ha conseguido impulsar algunas iniciativas, este año se ha batido el récord de arrestos en la frontera. También le endosó la legislación para proteger el derecho al voto y, en el atasco del Congreso y las luchas internas de los demócratas, está lejos de ver la luz.
El resultado es una vicepresidenta sin el respaldo de los votantes: el 41% tiene una opinión favorable de ella, frente al 52% que le suspende. Son números mucho peores que los de sus cuatro antecesores: Mike Pence, el propio Joe Biden, Dick Cheney y Al Gore. La vicepresidencia debía ser un trampolín para las aspiraciones de Harris y podría convertirse en una trampa.
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