Dos heterodoxos para la presidencia de Austria

El varapalo sufrido por los partidos tradicionales en las elecciones augura un nuevo estilo en la jefatura del Estado, que cuenta con pocos poderes ejecutivos

Los dos ganadores de la primera vuelta, Alexander Van der Bellen y Norbert Hofer, de izquierda a derecha REUTERS

S. I.

Austria está digiriendo aún la sorpresa por la victoria del partido de extrema derecha FPÖ en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del domingo, entre la sensación de que se acaba el monopolio del bipartidismo y el temor por la posible llegada de un ultra a la jefatura del Estado. Estos son los perfiles de los dos ganadores de la primera vuelta, ajenos a los partidos tradicionales que conforman el gobierno y que solo obtuvieron el 11 por ciento.

Norbert Hofer, la xenofobia de rostro humano

Norbert Hofer, de 45 años de edad y hasta ahora vicepresidente tercero del Parlamento austríaco, era el candidato más joven. Fotogénico y con piel de moderado, aceptó en el último momento la propuesta de su formación, que ha valorado su capacidad para expresar con educación y sin estridencias los puntos de vista del partido contra la inmigración, el islam y la UE . Obtuvo el 35,3% de los votos.

Para muchos analistas, un Hofer presidente no se limitaría a las funciones principalmente protocolarias con las que se han conformado hasta ahora sus antecesores, sino que "interpretaría" los poderes que la Constitución le otorga para forzar nuevas elecciones.

Alexander Van der Bellen, un Verde atípico

El ecologista Alexander Van der Bellen, de 72 años de edad, es la gran esperanza de la izquierda. Decano de la Facultad de Económicas de Viena, jubilado, desciende de una familia rusa que escapó de la revolución bolchevique de 1917 y es considerado un referente ético. Fumador empedernido y atípico como ecologista (no cree en la religión de la bicicleta y es un amante en cambio de los coches), le faltan fuerzas para otras cuatro semanas de campaña. Obtuvo el 21,3% de los votos.

Para algunos analistas es el candidato que mejor representaría las funciones de la Presidencia, un cargo protocolario pero imbuido de prestigio y visto como una referencia ética.

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