La gran ventaja conservadora puede no ser suficiente

Corbyn anuncia que si él logra un nuevo acuerdo, no lo defenderá en el referendo que convocará

Jeremy Corbyn saluda a los fotógrafos que los esperan fuera de los depósitos de Amazon Reuters
Ramón Pérez-Maura

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Notable como es la ventaja que dan los sondeos al Partido Conservador de Boris Johnson, la realidad es que eso puede no ser suficiente. Lord Ashcroft, uno de los demóscopos de moda gracias a su empresa «Lord Ashcroft Polls», declara a ABC que 14 puntos de ventaja deberían dar en circunstancias normales una amplia mayoría absoluta. Pero que el reparto del voto en las 650 circunscripciones electorales está tan desequilibrado, que en esta elección esa diferencia puede todavía producir un «hung Parliament». Ashcroft es un conservador tradicional, que ha sido vicepresidente del partido y tesorero, y que ha publicado la única biografía del ministro del Parlamento, Jacob Rees-Mogg: «Jacob’s ladder». Él recuerda que en las dos últimas elecciones se han equivocado los sondeos: en 2015 negaban la mayoría absoluta a los conservadores y la consiguieron. En 2017 ratificaban esa mayoría absoluta a Theresa May y la perdió. Por no hablar del patinazo en el referendo del Brexit.

El gran factor de distorsión en esta elección es que el monotema del Brexit está haciendo que en muchas circunscripciones se esté dando movimiento de los partidos locales en favor del candidato con más posibilidades de imponerse a favor o en contra del Brexit. Y eso es un factor muy difícil de percibir para los sondeos. Esos sondeos dicen que sólo el futuro del Servicio Nacional de Salud importa más a los votantes que la ruptura con la UE. Pero Ashcroft dice que hay algo nuevo en esta cuestión: la creciente exigencia de un «Brexit bien hecho». Y eso cada vez parece una posibilidad más lejana.

Gobierno alternativo

A estas alturas hay dos vías: mayoría absoluta del Partido Conservador, ratificación del acuerdo que alcanzó Johnson con la UE y Brexit el 31 de enero a las 23.00 horas de Londres -aquí ya ni mencionan la hora de Bruselas y de la mayoría de Europa-. Si Johnson no logra esa mayoría absoluta es muy posible que Jeremy Corbyn, aún perdiendo 30 o 40 escaños, logre formar un Gobierno alternativo en torno a la propuesta de volver a negociar con Bruselas. El problema es qué negociar. Porque los Liberal Demócratas proponen abiertamente la permanencia en la UE y el Partido Nacionalista Escocés también la deseaba, pero a estas alturas se ha dado cuenta de que le es mucho más útil negociar el apoyo a Corbyn a cambio del permiso para celebrar otro referendo de independencia.

Lo que sí sabemos es que ese proceso se alargaría bastante, porque la única promesa clara del jefe laborista es la de que después de negociar el nuevo acuerdo lo sometería a un nuevo referendo. Lo que hay que admitir que es original porque haría del Reino Unido un país muy continental, exactamente lo que no parecen querer ser. Harían como hicieron Francia y Holanda cuando votaron «no» al Tratado de Maastricht y después se volvió a convocar otros dos referendos para que votasen sí -lo que de hecho ocurrió-. El problema es que Corbyn ratificó el viernes que si se somete a referendo un nuevo acuerdo alcanzado por él, él no haría campaña a favor del acuerdo. Inverosímil.

Pero si la victoria es para Boris Johnson, tampoco hay que creerse que esto se va a resolver muy rápido. Porque estamos en un punto del proceso que podríamos equiparar a un acuerdo de divorcio ya firmado, en el que han acordado quién se queda con la casa y con el perro, pero no quién tiene la custodia de los niños y quién va a pagar los colegios. Por eso el 1 de febrero del año que viene entraríamos en un proceso de transición que tiene fijado su punto final el 31 de diciembre de 2020: 11 meses que Boris Johnson jura que no prorrogará. Entre otras cosas porque quiere terminar con la vigencia de la legislación europea en el Reino Unido. Una legislación que se seguirá aplicando mientras no termine el periodo de transición. Tan reacio es Johnson a esta situación, que el viernes pasado se enfrentó a un nuevo problema con Bruselas: la Comisión Europea inició acciones legales contra el Reino Unido por no haber nombrado un comisario aunque sólo fuese para los tres meses que Johnson aspira que dure, como máximo, la última prórroga.

Escenarios

Nadie se cree que en once meses se pueda negociar, entre otras cosas, la relación comercial que va a tener el Reino Unido con la UE. Lo malo es que para prorrogar ese periodo hay que pedirlo con seis meses de antelación: antes del próximo 1 de julio. Y es casi inimaginable que Boris Johnson y su hipotético gobierno puedan reconocer con tanta antelación que en cinco meses se han dado cuenta de que no van a poder hacer lo que prometieron cumplir en once. Es verdad que de llegar al 31 de diciembre de 2020 sin completar la transición, tampoco sería como un Brexit sin acuerdo, pero son muchos los flecos que quedarían sin cubrir.

El objetivo al que parece dirigirse el Partido Conservador es a un acuerdo similar al que tiene la UE con Canadá, mientras que parece que lo que buscan los laboristas es uno más similar al que tienen países como Noruega, Islandia y Leichtenstein, que son miembros del Área Económica Europea. Son escenarios muy diferentes, pero que no se están presentando con claridad a los electores. En la campaña electoral hay demasiado ruido para atender a esas sutilezas.

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