Pedro Rodríguez
El gran problema
Si consenso en Europa resultará imposible encarar la actual crisis de inmigración y refugiados
El pesimismo hace tiempo que se ha puesto de moda a la hora de analizar los grandes problemas internacionales. Y de todos los retos globales acumulados en la última década, quizá uno de los mayores focos para el desaliento sea la crisis de inmigración y refugiados a la que se enfrenta Europa. El dilema que nos concierne, refrescado por el caso del Aquarius y su inminente llegada a España, ha generado desde dudas razonables hasta los peores sentimientos xenófobos alentados por el nacional-populismo.
Sin el afán constructivo que ha caracterizado el progreso de la Unión Europea es imposible solucionar la crisis de inmigración y refugiados desatada hace tres años, con Siria y Libia como grandes motores. En retrospectiva, los elementos que han promovido toda esta catástrofe se mantienen dolorosamente intactos: la proliferación de Estados fallidos, el avance del yihadismo dentro de su geografía variable al otro lado del Mediterráneo y múltiples e interminables guerras civiles que agotan las mejores voluntades humanitarias.
Esta combinación de circunstancias geopolíticas está alimentando el contumaz éxodo irregular con destino a Europa procedente sobre todo del norte de África y Asia occidental. Casi toda la franja del Sahara se encuentra implicada, desde Mali hasta el cuerno de África, con zonas sumidas desde hace años en la anarquía como Somalia o Eritrea. A los emisores habituales de desplazados muy poco voluntarios se ha sumado el flujo procedente de Siria, un país totalmente envilecido tras más de siete años de guerra civil internacionalizada.
El África subsahariana también sigue aportando cientos de miles de «sin papeles» procedente de países como Nigeria, Gambia, Sierra Leona, Sudán. Algunos incluso son palestinos procedentes de Gaza. Con puntos de partida incluso mucho más lejanos como Afganistán, Pakistán o Bangladesh, a esta lista desesperada también ha terminado por sumarse Yemen.
Las últimas estadísticas de Naciones Unidas indican que el número de desplazados por la fuerza en todo el mundo ha superado los 65 millones, incluidos 22,5 millones de refugiados. Cifras que no hacen más que incrementarse mientras Europa se consume en sus divisiones.