La gran estafa de la inteligencia: EE.UU. y Alemania espiaron a medio mundo con sus máquinas de encriptado
La CIA y la inteligencia germana eran en secreto los propietarios de una empresa de comunicaciones encriptadas que utilizaban cientos de Gobiernos, entre ellos, España
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EE.UU. y Alemania ejecutaron durante décadas el mayor truco de la historia de la inteligencia: vendieron a Gobiernos de todo el mundo máquinas de comunicación encriptada que ellos mismos podían descifrar. En secreto, la CIA y el BND -los servicios de inteligencia de EE.UU. y la República Federal de Alemania, respectivamente- fueron los dueños de Crytpo AG , una empresa radicada en Suiza que proporcionaba sistemas de comunicación segura tanto a rivales como a aliados de EE.UU. y Alemania. Los clientes no sabían que las máquinas que compraban estaban trucadas para que la CIA y el BND pudieran acceder a sus comunicaciones.
La revelación proviene de una investigación conjunta de «The Washington Post» y la ZDF, una cadena de televisión pública de Alemania. Ambos medios accedieron a documentos clasificados de ambas agencias que relatan lo que los propios altos cargos calificaron como «el golpe de inteligencia del siglo».
La operación, que tuvo los nombres de Thesaurus y Rubicon , era un cóctel perfecto, un dos en uno magistral: EE.UU. y Alemania les sacaban dinero a otros Gobiernos con la venta de estos equipos y, además, les robaban información secreta.
Vendida y desmembrada
«Los Gobiernos extranjeros pagaban mucho dinero a EE.UU. y Alemania Occidental por el privilegio de que sus comunicaciones más secretas fueran leídas por al menos dos -y posiblemente hasta cinco o seis- países extranjeros », explica el documento elaborado por la CIA, que data de 2004.
La operación comenzó en la década de 1970 y se alargó casi cinco décadas, hasta que Crypto AG fue vendida y desmembrada en 2018. Su periodo de mayor actividad fue desde mediados de los setenta hasta principios de los noventa, cuando Alemania decidió salir de la operación.
Uno de los mayores puntos de fricción entre estadounidenses y alemanes fue el alcance del espionaje . Con la excepción de sus aliados más próximos, la CIA quería espiar a todos los países posibles, lo que incluía a socios de la OTAN como Grecia, Turquía, Italia o la propia España, lo que incomodaba a Alemania.
«¿Por qué habría que blindar las comunicaciones españolas si ofrecían información útil?», explica el relato de la CIA sobre la historia de esta operación de espionaje.
El origen de la trama está en la Segunda Guerra Mundial. Boris Hagelin, un emprendedor e inventor ruso huido a Suecia con la toma del poder de los soviéticos, tuvo que huir de nuevo -esta vez a EE.UU.- cuando los nazis ocuparon Noruega en 1940. Él había desarrollado una máquina rudimentaria de envío de mensajes encriptados que fue adoptada por el ejército estadounidense. Tras la guerra, regresó a Europa para retomar su empresa, que acabó instalando en Suiza. Allí mejoró sus sistemas, lo que supuso un problema para los estadounidenses: si Hagelin vendía sus máquinas avanzadas a otros países, EE.UU. podría quedarse atrasado en inteligencia.
A golpe de dinero, la CIA estableció un trato preferencial con EE.UU., que accedería a mejores máquinas que otros países. La colaboración con la empresa fue mucho más allá, hasta lograr que fuera la inteligencia estadounidense la que diseñara los códigos de las máquinas que se vendían a otros países para después poder descifrar la comunicación. La relación se remató en 1970, cuando la CIA y el BND compraron, de forma secreta, la empresa. Se formó un nuevo consejo de administración, en el que solo un miembro sabía del arreglo con los espías.
Durante décadas, algunos empleados sospecharon de la trama, ya que se les impedía, de manera subrepticia , desarrollar mejores productos para sus clientes. La mayoría, sin embargo, no lo sabían. «Crees que estás haciendo un buen trabajo y un producto seguro», ha asegurado uno de ellos, Juerga Spoerndli, en una entrevista al «Post» «Y después te das cuenta de que has engañado a esos clientes».
El ámbito de la operación no llegó a dos de los grandes rivales de EE.UU., la Unión Soviética -después Rusia- y China, que desconfiaron con acierto de una empresa que parecía demasiado vinculada a los intereses occidentales. Pero las máquinas de Crypto AG fueron decisivas en la recogida de información para episodios clave de la segunda mitad del siglo XX.
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