Gendarmes para contener la amenaza yihadista en el oeste de África

Solo unos días después de la matanza islamista en un complejo hotelero de Costa de Marfil, Francia anuncia el despliegue de una fuerza policial paramilitar en la vecina Burkina Faso para, en caso de nuevos ataques, reaccionar con rapidez

Un hombre escribe en la arena el mensaje «Di no al terrorismo» en una playa de Costa de Marfil, recientemente golpeada por el terrorismo islamista

EDUARDO S. MOLANO

Cuando el pasado 15 de enero la milicia yihadista de Al Mourabitoun, aliado de Al Qaida en el Magreb Islámico, asediaba un conocido hotel de la capital de Burkina Faso, Uagadugú, los gobiernos locales se vieron obligados a acelerar el paso a contrapié: A pesar de las advertencias previas en materia de inteligencia sobre el recrudecimiento de la amenaza islamista en la vecina Malí, poco o nada se había hecho para evitar el contagio regional.

Símbolo de esta falta de entendimiento, solo dos días después del ataque, ambos países anunciaban su decisión de comenzar a coordinar esfuerzos para hacer frente a los grupos yihadistas que operaban en su territorio . Por supuesto, no se especificó ni un solo detalle de esta colaboración.

«Hay una muy fuerte voluntad política por parte de los dos Estados de combinar nuestros esfuerzos para combatir el terrorismo», aseguró de forma sonrojante el primer ministro burkinés, Paul Kaba Thieba Thieba, junto con su homólogo maliense, Modibo Keita, en el hotel Splendid, marco de una tragedia que se cobró la vida de 28 personas.

Posteriormente, sería la Unión Africana quien hacía suyo el interés en la creación en Malí de un operativo contra el terrorismo que sirviera de apoyo a las tropas de Naciones Unidas desplegadas en el país. Para ello, la organización reconocía el envío en las próximas semanas de una misión al norte del Estado para evaluar las amenazas a la seguridad . De nuevo, ni un solo detalle real.

Sin embargo, es ahora, con casi nulos éxitos en materia de inteligencia y con un tercer país al oeste de África ya víctima de milicianos islamistas (en noviembre Al Mourabitoun había realizado otra matanza, en este caso contra un hotel de la capital de Malí, Bamako, que provocó una veintena de muertes), cuando se agita el campo de Marte.

Con el recuerdo de la masacre de 16 personas en Costa de Marfil el pasado fin de semana aún fresco en la memoria, Francia ha asegurado que desplegará una fuerza policial paramilitar en la vecina Burkina Faso para, en caso de nuevos ataques, reaccionar con rapidez.

En anuncio fue realizado por el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, durante una visita a Abiyán.

«El deseo de posicionar este equipo (conformado por gendarmes) en Ouagadougou es permitirnos ofrecer de forma inminente asesoramiento, así como coordinar otras acciones en el caso de una crisis terrorista», aseguró Cazeneuve.

Nuevos nombres, mismos rivales

En la actualidad, Francia y Naciones Unidas forman los mayores contingentes en lucha regional contra el yihadismo en el Sahel. En este sentido, las fuerzas de la Misión Integrada y Multidimensional de la ONU de Estabilización en Malí (Minusma) se cuantifican en cerca de 9.100 miembros de personal militar, así como más de un millar de policías, en uno de los destacamentos internacionales mayores del mundo.

Casi de forma paralela al despliegue de la Minusma, la operación Serval, liderada por el Ejército francés , fue lanzada en territorio maliense para frenar el avance de los rebeldes tuareg que se levantaron en armas en enero de 2012, con el apoyo del yihadismo regional.

Solo cinco meses después del golpe, en mayo de 2012, los rebeldes laicos del Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA) y los islamistas de Ansar Dine declaraban un nuevo Estado al norte de Malí. Pese a que ambas facciones siempre evitaron realizar cualquier mención específica sobre la participación en ese Gobierno de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), la biografía afectiva de Iyad Ag Ghaly, líder de Ansar Dine, no dejó entonces ningún lugar a la duda.

Ya tras la conquista de la ciudad de Tombuctú, este líder islamista tuareg (apodado «el león del desierto») invitaba a una reunión de alto nivel a tres prominentes caudillos de AQMI -Mojtar Belmojtar, Abou Zéid, y Yahya Abou Al Hammam- para analizar la configuración ideológica del nuevo «Gobierno».

El historial de los implicados no era menor. El primero de ellos -apodado «Belaouar» o «de un solo ojo»-, fue el encargado directo de realizar, ese mismo año, una adquisición de armamento a gran escala procedente del conflicto de Libia, precisamente, para dinamitar el Sahel. Por entonces, Belmojtar dirigía uno de los principales batallones de AQMI en la franja de desierto que se extiende entre Argelia, Chad, Níger, Malí y Mauritania .

Aunque a día de hoy AQMI continúa operando al norte de Malí (es más, ha expandido su rango de acción), el operativo Serval fue sustituido en julio de 2014 por otra misión, de nombre Barkhane . En ella, junto a Francia, toman parte Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Niger para asegurar la conflictiva región del Sahel.

Sin embargo, son viejos conocidos como Belmojtar los que han continúan gestionando el terror. En 2003, este argelino veterano de Afganistán, a quien se ha dado en numerosas ocasiones por muerto (la última, en junio pasado), se convertía en el autor del primer gran secuestro de extranjeros en el Sahel, cuando se hizo con una treintena de turistas. Una década después, orquestaba la toma del campo de gas argelino de In Amenas, que se saldó con la muerte de 37 rehenes y 32 terroristas en enero de 2013.

No quedó ahí. En agosto de ese mismo año, generaba un nuevo grupo radical: Al Mourabitoun. Mismo perro con distinto collar, eso sí. A pesar ciertas escisiones en su tropa (algunos simpatizantes de la milicia decidieron mostrar su alianza con el Estado Islámico), el caudillo Belmojtar ha reiterado la adhesión histórica de la milicia a Al Qaida. Es más, a finales de año, el grupo mutaría hasta su forma actual, convertido en una brigada o tropa de asalto de red global en la región .

Con ello, el incremento de las violencia en la zona es interpretado por numerosos analistas como una lucha de poder entre Al Qaida y el Estado Islámico sobre quién debe ostentar el monopolio del terror islamista en el continente. Y ahora, con ataques en tres países diferentes en apenas espacio de cuatro meses, son los yihadistas quienes marcan el paso.

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