El G-20 respalda mantener el diálogo con el Gobierno talibán
China, que se ausentó de la reunión, exige a EE.UU. el desbloqueo de reservas afganas, a lo que Washington se resiste
Las principales potencias del mundo se enfrentan a dos realidades en Afganistán: el país está desangrado por décadas de guerra y necesita ayuda humanitaria urgente para no colapsar por completo; y cualquier iniciativa en el territorio depende de unos líderes, los talibanes, contra los que la mayoría de estos países se han enfrentado militarmente y que no comparten su visión sobre los derechos humanos.
Este domingo, los líderes del G-20 se reunieron de forma virtual y a puerta cerrada para buscar maneras de compatibilizar esas dos realidades. El acuerdo general, expresado al final del encuentro, fue el de la importancia de proveer con ayuda humanitaria a los afganos , en un momento de crisis económica y con el empeoramiento provocado por una sequía. Pero la forma y el compromiso para ofrecer esa asistencia parecieron desiguales.
La Unión Europea mostró más urgencia y determinación para enfrentar la crisis, tanto en su compromiso financiero con el país como en su disponibilidad a tratar con los talibanes. «Tenemos que hacer todo lo posible para evitar un colapso humanitario y socioeconómico en Afganistán», dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen , en un comunicado posterior. El 40% del PIB de Afganistán proviene en la actualidad de ayuda humanitaria, según un análisis del Banco Mundial. Los bancos están sin efectivo, los funcionarios llevan meses sin cobrar, los precios se disparan y las organizaciones humanitarias advierten del riesgo de un éxodo masivo, que podría tener un impacto importante en Europa.
El anfitrión de la reunión fue Italia, que también organizará la cumbre en persona del G-20 que se celebrará en Roma en los últimos días de este mes. Su primer ministro, Mario Draghi, reconoció que la cooperación con los talibanes será necesaria para atajar la situación. «Es muy difícil pensar cómo puedes ayudar a la gente de Afganistán sin implicar a los talibanes», admitió Draghi. «Pero eso no significa un reconocimiento», advirtió. De los países del G-20, solo Arabia Saudí reconoce al régimen talibán.
Ausencias
El encuentro quedó debilitado por la ausencia de dos grandes potencias, China y Rusia. Ni Xi Jinping ni Vladimir Putin aparecieron en el encuentro virtual , en una señal de que no les convence la articulación de la ayuda humanitaria planteada por el G-20 y podrían hacerlo por su cuenta.
Antes del encuentro, Pekín exigió que se levanten las sanciones económicas contra Afganistán y que se desbloqueen los miles de millones de dólares de reservas del país que están bloqueadas en el extranjero, sobre todo en EE.UU. y Reino Unido.
Washington, de momento, no tiene previsto hacerlo. Joe Biden participó ayer en el encuentro y tampoco anunció nuevos compromisos de ayuda humanitaria a Afganistán. En una conferencia de donantes organizada el mes pasado por la ONU, su Administración solo ofreció una cantidad adicional de 64 millones de dólares. El gasto militar de EE.UU. en las dos últimas décadas en Afganistán se eleva a cerca de 2,3 billones de dólares.
En un comunicado posterior al encuentro del G-20, en el que en ningún momento se cita a los talibanes, la Casa Blanca puso más énfasis en la necesidad de«mantener un foco intenso en los esfuerzos antiterroristas , incluidas las amenazas de Estado Islámico-Jorasán, y asegurar la salida segura de extranjeros y afganos» que busquen abandonar el país.
Sobre la ayuda humanitaria, aseguró que debe entregarse «directamente al pueblo afgano a través de organizaciones internacionales independientes» y recordó la importancia de «promover derechos fundamentales para todos los afganos, incluidos mujeres, niñas y miembros de minorías».
Conversaciones en Doha
La reunión del G-20 se celebraba solo un día después de que EE.UU. y los talibanes mantuvieran conversaciones en Doha (Catar), las primeras desde la salida caótica y trágica de las tropas estadounidenses de Kabul a finales de agosto. La intención de Washington es que cualquier ayuda humanitaria o colaboración con los talibanes venga condicionada con compromisos para luchar contra grupos terroristas que operan en Afganistán -algo dentro de los acuerdos firmados por los talibanes con la Administración Trump que promovió la salida de EE.UU.-, a las facilidades para continuar la evacuación del país -quedan decenas de miles de afganos y extranjeros sin hacerlo- y al respeto a los derechos humanos. Según la Casa Blanca, las conversaciones fueron «francas y profesionales» y los talibanes «serán juzgados por sus acciones, no por sus palabras».