Francia celebra la libertad recuperada con los primeros baños en las playas

En París, los bañistas tomaban el sol cerca del Sena y los ciclistas daban vuelta a la catedral de Notre Dame

Las personas caminan en la playa mientras los practicantes de kite-surf lo hacen en La Baule REUTERS

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En Francia, se celebró el primer fin de semana de desconfinamiento parcial con una suerte de fiebre colectiva de contenida alegría callejera, en la capital y las ciudades, con los primeros baños de la temporada en las playas , incluso con una misa celebrada al aire libre ante quinientos fieles reunidos en más de doscientos disciplinados vehículos.

Emmanuel Macron abrió la jornada en dos pequeños pueblos, Ville-aux-Bois-lès-Dizy y Clermont-les-Fermes, en el departamento del Aisne, con una ceremonia de homenaje a la memoria del General de Gaulle, patriarca de la nación con el fin de recordar y apelar al «espíritu de resistencia nacional». Contra el invasor nazi, ayer; contra el coronavirus, hoy.

Apenas una hora más tarde, monseñor François Touvet, obispo de Chalons-en-Champagne, celebraba una misa al aire libre ante quinientos fieles, reunidos en unos doscientos vehículos aparcados con geométrica pulcritud escuchando en su aparato de radio la celebración que oficiaba ante ellos el obispo, que declaró a la Agencia France Presse (AFP): «Esta misa, en coche, al aire libre, es algo más que una primicia. Es una victoria de la fe y la vida».

Para esa hora, hacia el mediodía del domingo, Francia, en general, y París, en particular, se habían convertido en una púdica, serena y tranquila fiesta de homenaje a la vida. En las playas de la Costa Azul y Bretaña, los bañistas de la temporada se daban los primeros chapuzones. Aquí y allá, algunos avispados comerciantes habían propuesto la venta de comida y bebida para llevar.

Las brigadas de policías y gendarmes vigilaban el respeto estricto de las normas sanitarias básicas, sin encontrar resistencia ni problemas de ningún tipo. Bien al contrario, jóvenes, padres de familia, abuelos eran muy numerosos haciendo silenciosas pero sonrientes señales de victoria con una o dos manos. En París, en particular, la celebración del primer fin de semana de desconfinamiento se transformó a primeras horas de la tarde del domingo en una suerte de «sinfonía pastoral».

Playas improvisadas

En los alrededores de la iglesia de Saint-Jacques, numerosos grupos de jóvenes y familias, organizaban juntos pequeños circuitos parisinos. Los alrededores de la catedral de Notre Dame se transformaron en una suerte de circuito de ciclistas aficionados, dando una «vuelta a la catedral», pertrechados con cascos y máscaras, pedaleando bajo un sol casi veraniego.

Los muelles del Sena se transformaron anticipadamente en «playas» improvisadas, donde una multitud tomaba el sol en paños más o menos menores, ante la indiferencia cómplice de millares de paseantes, jóvenes y menos jóvenes, gozando de una jornada gloriosamente primaveral.

El uso masivo de mascarillas, el respeto de las distancias de rigor, la llamativa evidencia de los bares y restaurantes cerrados, recordaba, a todo momento, que la crisis y la amenaza siguen estando ahí, vivas, amenazantes, inquietantes, quizá. Pero la tranquila responsabilidad parecía alentar la esperanza de un proceso de incipiente normalidad anhelada, mañana, quizá.

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