La fiebre amarilla paraliza las difuntas ambiciones reformistas de Macron
Tras seis meses cortos de agitación, el gobierno del presidente ha hecho concesiones presupuestarias por un montante que oscila entre 20.000 y 25.000 millones de euros
Los proyectos reformistas liberales de Emmanuel Macron han quedado aplazados «sine die», víctimas del síndrome saturnal de los dos años de mandato, que ha paralizado a todos los presidentes de Francia desde hace cuarenta y tres años.
La Asamblea Nacional (AN) comenzó a discutir este lunes, en primera lectura, el proyecto de Ley que debe «transformar» la función pública , la burocracia del Estado francesa: era la «gran ambición» del candidato Macron, que llegó a prometer la supresión de 120.000 puestos de funcionarios, para modernizar la burocracia nacional.
Elegido presidente hace exactamente dos años, Macron ha renunciado silenciosamente a tal proyecto, explosivo, políticamente. La gran reforma ha quedado desguazada , víctima de la inesperada aparición de la irredenta franquicia de los chalecos amarillos, a mediados del mes de noviembre pasado.
Tras seis meses cortos de agitación, el gobierno de Emmanuel Macron ha hecho concesiones presupuestarias por un montante que oscila entre 20.000 y 25.000 millones de euros, según las estimaciones oficiales u oficiosas; y la reforma del modelo burocrático nacional ha sido «peinada» y recortada para intentar evitar nuevos problemas.
«Adiós al liberalismo de Macron», comenta a toda página Pierre-Antoine Delhommais, en el semanario Le Point (independiente), agregando: «En apenas seis meses, el presidente parece haber renunciado a liberalizar la economía estatal francesa». «El mamut de la función pública no sufrirá una cura para perder grasa. Será generosamente alimentado», insiste Delhommais, para anunciar el «fin» de las ambiciones liberal-reformistas de Macron.
La Asamblea Nacional ha comenzado a discutir y votará, a finales de mayo, la ley que debe «transformar» el modelo burocrático - jacobino francés, pero la timidez de las reformas sometidas a voto parlamentario sugieren un simple «maquillaje», muy alejado de la gran «transformación» anunciada hace dos años.
Jean-Pierre Robin , afirma en Le Figaro (matutino conservador) que Emmanuel Macron es víctima del síndrome y «maldición» de los dos años que sufren todos los presidentes de Francia, desde hace cuarenta y tres años.
Elegido presidente en 1974, Valery Giscard d’Estaing dio un frenazo a sus reformas en 1976, tras la dimisión de Jacques Chirac como primer ministro, acelerando la división y enfrentamientos entre las derechas francesas.
Elegido presidente en 1981, François Mitterrand dio un frenazo y puso fin a su proyectada «construcción del socialismo a la francesa» dos años después, dando un giro de 180 grados a su política económica en 1983.
Elegido presidente en 1995, Jacques Chirac se vio forzado a convocar elecciones generales anticipadas en 1997 (perdiendo la mayoría parlamentaria más excepcional de la V República), tras los meses de huelgas y crisis sociales donde quedaron enterrados sus proyectos reformistas.
Elegido presidente en 2007, Nicolas Sarkozy se vio forzado a enterrar su proyecto de «ruptura con el conservadurismo de izquierda y derecha», un año después, víctima de un rosario de crisis nacionales y el fantasma de la crisis internacional que llegó el verano del 2008.
Elegido presidente en 2014, François Hollande se vio forzado a precipitar una crisis de gobierno y nombrar primer ministro a Manuel Valls dos años más tarde, para intentar combatir las crisis nacionales que continuaron agravándose durante el resto de su mandato, siendo Emmanuel Macron consejero presidencial y ministro de economía.
Elegido presidente el 2017, Macron entierra sus difuntas ambiciones liberales más tarde, para intentar apagar el incendio amarillo que estalló el mes de noviembre de 2018 con subvenciones y «cheques» por pagar con Deuda pública.
Los sindicatos convocaron el 1º de mayo una primera jornada de protestas contra la Ley que debe transformar la función pública francesa. Seguirán otras. Pero el miedo de fondo que parece estar paralizando a Emmanuel Macron es la «fiebre amarilla» y el fantasma de Marine Le Pen, cuyo partido, Agrupación Nacional (AN), aspira a conquistar el puesto de primer partido de Francia en las elecciones europeas del próximo 26 de este mismo mes de mayo.
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