¿Farsa o hito? EE.UU. se divide ante la histórica visita de Trump a Corea del Norte

El presidente de EE.UU. calificaba la visita de «un día muy legendario, muy histórico», es innegable que la situación sobre la carrera armamentística de la Península no ha cambiado

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Nadie dudaba de que la histórica visita de Donald Trump a Corea del Norte -el primer presidente en su cargo que lo hace- se convertiría en un asunto polarizante en la volcánica situación política de EE.UU. y con las campañas para las elecciones presidenciales de 2020 ya en marcha.

La cumbre en territorio norcoreano con Kim Jong encaja en dos narrativas contrapuestas. La primera, la de un presidente audaz, con una diplomacia personalista que rompe moldes y que consigue progresos donde otros se estancaron durante décadas. La segunda, la que dibuja la visita como un mero espectáculo televisivo , un ‘show’ sin sustancia, que no cambia en nada la carrera nuclear norcoreana y que, sin embargo, legitima a un dictador y violador de derechos humanos como Kim.

Los candidatos demócratas se han lanzado con decisión a esta última. Joe Biden, vicepresidente con Barack Obama, atacó a Trump por «mimar» al dictador norcoreano «a coste de la seguridad nacional y los intereses de EE.UU.». La senadora Elizabeth Warren criticó que el presidente «no debería estar despilfarrando la influencia estadounidense en posados fotográficos e intercambiando cartas de amor con un dictador despiadado». Julián Castro, que fue secretario de Vivienda también con Obama, criticó que la reunión fue «todo simbolismo y nada de sustancia». Otros candidatos, como Bernie Sanders, Beto O’Rourke o Amy Klobuchar también salieron a mostrar su desacuerdo con la cumbre.

La reacción negativa de los candidatos es una muestra más de que la visita de Trump es una victoria política , un hito que refuerza el personalismo de Trump y su retórica habitual de ‘solo yo podia hacerlo’. El avance diplomático con Corea del Norte será una de las piezas en las que podrá basar su propuesta de ‘paz y prosperidad’ con la que comparecerá a su reelección el año que viene . La prensa conservadora ha celebrado la reunión, ha aplaudido sus innovaciones diplomáticas y ha vuelto a deslizar los méritos de Trump para el Nobel de la Paz, un galardón que recibió su antecesor. No es casualidad que Trump insistiera tras el encuentro que Obama quería también una reunión con Kim, pero este no quiso (altos cargos de la Administración Obama han asegurado que es falso).

Mientras Trump calificaba la visita de «un día muy legendario, muy histórico», es innegable que la situación sobre la carrera armamentística de Corea del Norte no ha cambiado. Como explicaba Uri Friedman en ‘The Atlantic’, la realidad es que, a día de hoy, todo indica que Corea del Norte tiene más material nuclear que hace un año, cuando se celebró la primera de las tres cumbres Trump-Kim hasta la fecha. Han sido meses de grandes episodios como para rellenar un programa de telerrealidad, con romances -la primera cumbre, en Singapur-, peleas -el abandono intempestivo de Trump en Hanoi, la segunda cumbre- y ahora la reconciliación en la zona desmilitarizada entre las dos Coreas. Pero las posiciones siguen en un punto similar: Corea del Norte no ha abandonado su programa nuclear y EE.UU. no cejará en sus sanciones económicas hasta que lo haga.

Hay comentaristas mucho más críticos con la última cumbre. «Es una farsa», dijo en Twitter el analista político Robert Kelly, profesor universitario en Corea del Sur. «Es un posado para las elecciones de 2020, qué payasada». Jean Lee, director del Centro para las Políticas Públicas e Historia de Corea aseguró que la razón por la que anteriores presidentes no habían ido a Corea es porque «estas visitas dan una gran legitimidad a los Kim».

Otros son más optimistas. Joel Wit, que trabajó durante años en negociaciones con Corea del Norte en el Departamento de Estado, defendió en ‘The New York Times’ que el ‘show’ entre Trump y Kim «puede ser la base de negociaciones concretas entre negociadores reales». Para Wit, la mejor conclusión de la cumbre es que «hay señales de que Trump y Kim quieren un acuerdo».

Si se celebra una nueva cumbre -EE.UU. está abierto a que Kim visite la Casa Blanca- y se avanza hacia un acuerdo, será una reivindicación de este primer paso, y un nuevo impulso para la reelección de Trump.

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