Ciclo TopView Europa
«En Europa tenemos mucho talento pero no lo convertimos en riqueza»
El tercer encuentro del ciclo TopView Europa, moderado por Giuseppe Tringali, vicepresidente del consejo asesor del Instituto de Empresa, permitió debatir sobre algunos de los grandes desafíos a los que se enfrenta Europa, un continente que lucha por encontrar su lugar entre los dos gigantes económicos: EE.UU. y China. La exministra y presidenta de Cotec, Cristina Garmendia; el presidente de DKV, Javier Vega de Seoane; el exministro y presidente de la fundación Transforma España, Eduardo Serra; y Helena Herrera, presidenta de HP para España y Portugal, charlaron sobre competitividad y digitalización. Todos concluyen que en el marco de la revolución tecnológica, el talento es una de las principales fuentes de riqueza. En Europa, el acceso a la educación es garante de la igualdad de oportunidades, que permite que los mejor dispuestos de cada sociedad consigan desarrollar sus ideas y hacer mejores y más competitivos, por tanto, a sus países
En medio de dos modelos políticos, sociales y económicos gigantes y dispares entre sí, el de Estados Unidos y el de China, Europa lucha por distinguirse y permanecer unida en un continente donde las tendencias centrífugas conducen al debilitamiento. Para proponer soluciones a esa realidad, el tercer encuentro del ciclo TopView Europa, celebrado el lunes pasado en ABC, centró su debate en cuestiones relacionadas con la economía, en concreto con la competitividad y la digitalización, y con la respuesta que Bruselas brinda a esos retos globales. En la charla, moderada por Giuseppe Tringali , vicepresidente del Consejo Asesor Internacional del IE Business School, participaron Cristina Garmendia , presidenta de Cotec y exministra de Ciencia e Innovación; Javier Vega de Seoane , presidente de DKV; Eduardo Serra , presidente de la fundación Transforma España y exministro de Defensa, y Helena Herrero , presidenta de HP para España y Portugal.
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Tringali, árbitro de la cita, inició el debate poniendo los temas sobre la mesa: la digitalización y la competitividad, afirmó, «son dos temas muy importantes en el mundo de hoy, debido a la globalización y el avance de la tecnología». Alentados por esa introducción, los contertulios comenzaron sus intervenciones exponiendo el significado del primer término. Garmendia explicó que «los factores» que componen la competitividad -capital, trabajo, productividad o intensidad tecnológica- están en transformación. Animando a Vega de Seoane a que aportara su visión de empresario, la exministra apuntilló: «Creo que la primera reflexión debe ser cómo la competitividad social puede sostener la económica». El presidente de DKV recogió el guante y subrayó este concepto: «La competitividad -señaló- es la capacidad de suministrar al mercado productos y servicios que satisfagan a los clientes en condiciones competitivas, a precios razonables, y sirviéndolos en el momento en que sean necesarios». El problema, dijo, es que, hoy en día, «la competencia es global». Herrera introdujo un nuevo matiz: «La competitividad, en el fondo, es la diferenciación, ya sea por costes o eficiencia».
Talento y gasto social
«Voy a ser un poco el contrapunto -arrancó Serra-. Europa es el 6 por ciento de la población del mundo, el 20 por ciento del PIB mundial y el 55 por ciento del gasto social. Europa está dejando de ser competitiva a pasos agigantados». Para el exministro de Defensa, la situación no invita a hacer reflexiones halagüeñas, aunque se resiste a que esa lectura se traduzca en derrotismo: «Europa se está quedando atrás en competitividad mundial. EE.UU. y Extremo Oriente, con China, nos llevan una ventaja espectacular. Es preocupante. Me gusta ser optimista , y creo que debemos espabilarnos si queremos que Europa sea competitiva». A esas ideas, Vega de Seoane aportó otra que resultó clave: «Que Europa tenga el 55 por ciento de gasto social es una ventaja en el mundo de la igualdad de oportunidades. El reconocimiento del talento es esencial. El Estado de Bienestar, con la educación, pone las bases para que se optimice. En Europa es donde más capacidad tenemos para hacer aflorar ese talento, pero luego, cuando sale de la universidad, somos incapaces de convertirlo en riqueza». En ese sentido, revisar la situación política, a su juicio, es un ejercicio imprescindible: «Una empresa no se puede gestionar con la gente enfadada. Un país tampoco. De ahí no puede salir algo competitivo, porque, si no se tiene afección por el país, una parte de la energía se empleará en peleas internas, en el duelo a garrotazos».
Eurófobos
Recordando al economista Antón Costas, y poniendo también el foco en lo que ocurre en los parlamentos, Garmendia expresó su preocupación por el malestar que parecen albergar algunas sociedades europeas, donde el voto a partidos eurófobos o descreídos del proyecto europeo parece gozar de buena forma y mejor fortuna: «Costas está muy preocupado porque dice que la sociedad está perdiendo la fe en el progreso. Aunque en los últimos años ha aumentado el PIB per cápita, también han aumentado las desigualdades. Eso no es eficiente. Es una fuente de populismo», lamentó. Vega de Seoane diagnosticó que ese fenómeno político también es uno de los males que padece España: «Con el aumento del salario mínimo, la primera derivada es la reducción de la desigualdad, y la segunda el aumento del paro, que es la principal causa de la desigualdad que tenemos en España. Eso es un disparate. El señor que haga eso es populista». Para Herrero, «queremos más Europa, pero parece que no está saliendo bien, porque los países no quieren perder su visión nacional». Por su parte, Serra hizo algunas consideraciones, elaborando su análisis con reflexiones de índole histórica e internacional. «China es, con diferencia el país más desigual del mundo. Hace años era el más igualitario. Todo el mundo vivía con un dólar diario. ¿Viene bien que haya un gran empresario? ¿Un Gates, un Bezos, un Jobs? Esos señores incrementan la desigualdad, porque ganan más que dos mil millones de seres humanos, pero eso es así porque han creado riqueza. Ahora, con la revolución tecnológica, no hace falta capital, sino talento. Lo más urgente que tenemos que hacer es fomentarlo. Para eso necesitamos un buen sistema educativo».
Esa idea, la urgencia de que la formación académica genere una economía vigorosa, fue recogida en las conclusiones por Tringali: «Tenemos una Europa en la que se vive bien . El mundo empresarial tiene que tener más posibilidades para consolidarse en sus confines. La educación, en el cambio cultural, es fundamental, para que haya proactividad, iniciativa y capacidad de crear». Y, para poner punto y final, apeló a lo imprescindbile que es que caminemos juntos: «Europa tiene que estar unida».