Ramón Pérez-Maura - Horizonte

Europa: un mal día, pero balance global positivo

Hay un factor nuevo, el auge de los populistas que quieren cambiar la construcción europea

Ramón Pérez-Maura

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Europa tuvo anoche un resultado difícil. La gran coalición de populares y socialistas que ha construido la Unión Europea tal y como la conocemos tuvo un mal resultado. Por primera vez perdieron la mayoría absoluta del Parlamento Europeo que hasta ahora le había permitido repartirse la Presidencia de la Cámara entre populares y socialistas con alguna excepción. Eso se trasladaba a la Presidencia de la Comisión Europea, que en las últimas décadas siempre fue de uno u otro. No lo era en puridad Romano Prodi (1999-2004), pero contó con el pleno apoyo del Partido Socialista Europeo. Y antes de él hay que remontarse al liberal Gastón Thorn (1981-1985). En el PE la última Presidencia no socialista ni popular fue en 1999. Entonces, el PSE quiso imponer como presidente en la primera mitad de la legislatura europea al portugués Mario Soares a pesar de que el Partido Popular Europeo había ganado las elecciones. Primó el sentido común y el PPE pactó con los liberales y dio la Presidencia en la segunda mitad de la legislatura al liberal Pat Cox. Antes de él sólo Simone Veil había ocupado la Presidencia. Es decir, sólo dos excepciones en los dieciséis presidentes que ha habido en el PE desde que la cámara se elige por votación directa. Lo que ocurre desde 1979.

Europa empieza un nuevo reparto. Ahora hay que decidir cómo se ajusta el criterio de funcionamiento europeo. Hasta hoy ese criterio era que no se votaba por países, sino por ideologías. Los diputados no votaban al presidente del Parlamento porque fuera un compatriota, sino porque era alguien con quien comulgaban ideológicamente. Eso no va cambiar, claro. Pero ahora la ideología en el Parlamento Europeo tiene un perfil diferente. Hay un factor nuevo que es el auge de las fuerzas populistas que quieren cambiar la construcción europea. Es, destacadamente, el caso de Francia con la victoria de Le Pen y el de algunos otros países, aunque no todos. España es una excepción notable: Vox, el partido que se ha mostrado más contrario a la Europa actual, a la Europa que ha dado paz y prosperidad a 28 naciones durante más de medio siglo, ha perdido respecto a las generales de hace un mes casi la mitad de sus votos.

Existe una clara mayoría de partido europeístas. Populares, socialistas y liberales están por encima de los 430 eurodiputados de los 751 que tiene la cámara. Y cuando desaparezcan los euroescépticos británicos del Brexit Party esa mayoría será todavía más sustancial aunque pueda no alcanzar los 551 necesarios para tener una mayoría de dos tercios. Obligará a actuar de otra manera e incluir otras sensibilidades. Pero es evidente que habrá de plantearse las cosas de otra forma. Hay un número muy significativo de europeos que no están de acuerdo con cómo se están haciendo las cosas y lo han manifestado en las urnas. Hay que escuchar y actuar.

Pero también hay un dato muy relevante. En los países en que las elecciones europeas se celebraban en solitario –la mayoría– esta votación servía como un voto de censura a sus gobernantes. Es un ejemplo perfecto en Francia, donde no sólo ha vencido Le Pen, sino que los Verdes se han situado en tercera posición, por delante de Los Republicanos, el histórico partido gaullista. Algo parecido a lo sucedido en Alemania, donde ha ganado la CDU de Ángela Merkel. El resultado verdaderamente notable es el segundo puesto de los Verdes por delante de los socialistas y los euroescépticos de Alternativa para Alemania, que apenas superan el 1%. Es decir, el partido del candidato del PPE a la Presidencia de la Comisión Europea era el ganador. Aunque tanto en Francia como en Alemania hay que introducir un factor de cautela: los Verdes no son un partido euroescéptico, aunque sí son una formación que ha estado fuera de la gobernancia hasta ahora. Otra cosa es si se les puede incorporar dadas sus posiciones difíciles de asumir por la mayoría existente hasta la fecha.

Europa encarrila una nueva senda. Una senda en la que el partido más importante de los socialistas europeos es el PSOE. Y eso no aventura nada bueno para una Europa en la que si las formas de Sánchez se imponen será destruida por los que siempre tienen un argumento contra lo que hay. Por eso es preciso replantearse por qué estamos aquí. Es un momento difícil. Pero nadie puede negar que es mucho más lo que se ha conseguido que lo que falta por hacer.

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