Erdogan pide a Europa que sostenga el Gobierno libio de Al Serraj en la Conferencia de Berlín
El líder turco previene contra el peligro del Daesh y Al Qaeda, que fueron derrotados en Libia, y que resurgirán si se desestabiliza el Gobierno
El líder turco Recep Tayyip Erdogan , en un artículo publicado en la revista alemana «Politico», previene a Europa contra el peligro del Daesh y Al Qaeda, que fueron derrotados en Libia y que resurgirán si se desestabiliza el Gobierno de Al Serraj . «Europa quedará expuesta a toda una nueva serie de amenazas y problemas», advierte, a punto de participar en la Conferencia de Libia que tendrá lugar este domingo en Berlín. El emisario especial de la ONU, Ghassan Salame, sugiere a Erdogan por su parte que dé un paso atrás, asegurando que «toda interferencia extranjera puede tener el efecto de una aspirina en el corto plazo, pero Libia necesita que cese de intervenciones exteriores». Slamame apunta que «ese es precisamente uno de los objetivos de esta conferencia», que desearía «consolidar el alto el fuego con observación, separación y reposicionamiento de las armas pesadas fuera de las zonas urbanas». Aunque no se esperan grandes avances en esta Conferencia, sí se cuenta con un reseteo de la situación libia que al menos evite una mayor escalada bélica.
Desde que en 2011 la OTAN contribuyera a la victoria de los heterogéneos grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi (1969-2011) y tras fracasar estrepitosamente el plan del por el entonces enviado especial de la ONU, Bernardino León, en 2015, se ha profundizado la brecha entre quienes sufrieron a Gadafi en casa y en el exilio , una división que se corresponde aproximadamente con las tres tradicionales provincias libias: la Tripolitania (oeste), y las Cyrenaica (Este) y Fezzan (sur).
En uno de los bandos tenemos al Gobierno sostenido por la ONU y reconocido por la UE, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA. 2016), que lidera el primer ministro, Fayez al Serraj, y que a duras penas domina la capital, gracias a las distintas milicias islamistas con intereses propias que se reparten la ciudad, y zonas montañosas del noroeste en la frontera con Túnez, apoyada por las Milicias Zintán. También cuenta con el apoyo militar de la ciudad-estado de Misrata, núcleo de poder autónomo a unos 200 kilómetros al este y que cuenta con el respaldo de Turquía.
El GNA está financiado por la UE, mantiene los intereses de la multinacional italiana ENI en los yacimientos petroleros del oeste y el puerto de Melitah. Apoyó a EE.UU. en la lucha contra el yihadismo, pero Washington calló y retiró sus tropas cuando volvió a resurgir la guerra carece de legitimidad democrática y su popularidad es escasa en la capital, donde no ha logrado normalizar los servicios como la banca o la electricidad.
Enfrentado al GNA y amenazando con conquistar Trípoli, se sitúa el mariscal Jalifa Hafter, tutor del Parlamento exiliado en Tobruk, nacido de las urnas en 2014 y que abandonó la capital después de que el entonces gobierno islamista asentado en Trípoli se negara a reconocer su legitimidad. Hafter fue miembro de la cúpula militar de Al Gadafi desde el golpe de Estado de 1969, dirige el llamado Ejército Nacional Libio (LNA) y es en la actualidad el hombre fuerte del país . Reclutado por la CIA en 1989 y convertido en uno de los principales opositores en el exilio, regresó a través de Egipto en marzo de 2011, escasas semanas después de que estallara la revuelta. En 2014, ya al frente del LNA, lanzó la denominada «Operación Dignidad» cuyo objetivo no declarado era la conquista de todo el país, y en 2017 se hizo con el control de Bengasi y del golfo de Sirte, corazón de la industria petrolera libia. En 2018 conquistó Derna, bastión del yihadismo en el norte de África, las regiones del sur y los yacimientos del oeste, gracias al apoyo logístico, financieros y militar que le proporcionan Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Rusia, en violación del embargo militar impuesto por la ONU a Libia en 2011. Macron le invitó a París, en contra de la política de la UE, tratando de recuperar la preponderancia francesa en el Mediterráneo y norte de África.
Desestabilizar la guerra
El pasado abril, las tropas de Hafter llegaron a 10 kilómetros de Trípoli. Según la ONU, más de 280 civiles han sido asesinados y más de 140.000 personas han sido desplazadas en los últimos ocho meses. En noviembre, Al Sarraj firmó un acuerdo con Turquía para recibir de Ankara unidades aéreas, terrestres y navales, además de armas para defenderse. El acuerdo incluye permisos para exploraciones turcas en busca de hidrocarburos en bolsas submarinas libias. Para Erdogan, Libia se convierte así en otro campo de batalla por la supremacía regional contra Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, todos aliados de Hafter.
Las fuerzas militares o paramilitares de Turquía y Rusia pueden verse directamente implicadas sobre el terreno en cualquier momento, como ya sucedió en Siria. La llegada de los rusos, que se suman a los mil mercenarios sudaneses con que cuenta Hafter, estaba desequilibrando ligeramente la guerra a favor del mariscal libio cuando, a principios de diciembre, Erdogan anunció que su país estaba listo para enviar tropas a Libia «si el pueblo libio lo pide», una Fuerza de Reacción Rápida que cubra «responsabilidades militares y policiales en Libia», el establecimiento de una oficina de Cooperación en Defensa y Seguridad «con suficientes expertos y personal», transferencia de material e instrucción militar y compartir información de inteligencia. El 15 de diciembre, Erdogan se reunió con Al Serraj en Estambul y un día antes sus ministros de Exteriores y Defensa se reunieron con el presidente del Gobierno de Unidad en Doha (Qatar), el otro gran aliado militar de Trípoli.
Un grupo de expertos que ha trabajado durante varios meses sobre el terreno para la ONU presentó un informe de 379 páginas ante el Consejo de Seguridad en el que asegura que las dos partes en el conflicto han recibido «armas y equipo militar, apoyo técnico y combatientes no libios que no cumplían las sanciones relacionadas con las armas». El informe indica que tanto Emiratos Árabes Unidos y Jordania (aliados del mariscal Hafter) como Turquía violan el embargo de armas impuesto por Naciones Unidas y «suministran armas de forma habitual y a veces flagrante, con poco esfuerzo para ocultar la fuente».