Atentados de París
Eran musulmanes y amaban la vida
Los asesinos mataron a muchos hombres y mujeres que profesaban el islam, perfectamente integrados en Francia
Quien dice que la integración de los musulmanes en Francia no ha funcionado probablemente no conoce la historia de Houda y de Halima Sâadi . Los que aseguran que viven en su mundo y que no sienten el estilo de vida francés como propio tampoco conocen el caso de Kheiredinne Sabh i. O el de Djamila . O el de Amine . Tampoco escucharon la historia de Ahmed, el policía que sucumbió en enero a los disparos de los hermanos Kuachi a las puertas del semanario Charlie Hebdo, los que señalan que los musulmanes no defienden los colores de Francia.
Houda cumplía 35 años. Camarera en un café cercano a La Belle Équipe, había reunido a buena parte de sus amigos y hermanos para celebrarlo, también a sus compañeros de trabajo, un pequeño equipo joven y cosmopolita. Su hermana Halima, de 37, con su melena despampanante, maquillada y arreglada, madre de dos hijos de 6 y 3 años, había venido desde su pueblo en la Borgoña para festejarlo. Su padre llegó de Túnez a Le Creusot en 1970. Trabajó duro y enseñó a sus hijos que la integración pasa por el esfuerzo, por el trabajo .
Halima y Houda murieron de un disparo haciendo lo que hacen miles de franceses un viernes por la noche, tomar algo con los amigos, reír, disfrutar. Halima expiró en brazos de su hermano. Houda en el hospital. La mayoría de las 19 víctimas de La Belle Équipe habían venido a celebrar el cumpleaños de Houda, convertido en tragedia.
Mathias y Marie, de 23 años, se habían mudado hace poco a París. Originarios de Metz, la foto que circula de ellos en las redes sociales es la imagen del amor juvenil, de la ilusión, del comienzo de una vida adulta.
Mathias Dymarski había terminado la carrera de ingeniería, y hacía unas prácticas en una empresa parisina. Pero lo suyo eran las BMX, sus compañeros lo definen como uno de los mejores «streeters» franceses del momento. Marie Lausch estudiaba un master de empresas. Murieron en Bataclan, disfrutando de uno de sus grupos favoritos, « Eagles of Death Metal ».
Cooperante en Madagascar
Veronique Geoffroy de Bourgies deja más de doscientos huérfanos . Abandonó su trabajo como periodista hace apenas un año para centrarse en « Zazakely Sambatra », (niños felices) la ONG que fundó en el año 2004 en Madagascar.
Allí adoptó a sus dos hijos, ayudó a construir un dispensario en Antanety y varios pozos en pueblos perdidos. Sus amigos y vecinos la describen como un «rayo de sol en el barrio» . Murió en Le Belle Équipe, donde había quedado con varios amigos para hablarles de sus nuevos proyectos. Imposible describir el horror que nos ha invadido, dicen desde su asociación, «pero si queremos ser más fuertes que ellos, debemos continuar con su obra» .
Guilleaume B. Decherf amaba la música sobre todas las cosas. Especialmente el rock, en todas sus variantes. Escribía para la mítica « Les Inrockuptibles », donde han quedado inconsolables. Hace apenas dos semanas reseñó el nuevo disco de «Eagles of Death Metal» y el viernes fue a verlos en directo. Tenía dos hijas, lo mismo te contaba la historia de AC/DC que te cantaba un éxito de Céline Dion, recuerdan sus amigos. Nadie le ganaba en los concursos musicales.
Las gemelas que murieron juntas
Valentin Ribet, de 26 años, tenía un futuro brillante en la abogacía, era inteligente y un «bon vivant». Kheiredinne (Didine) Sabhi estudiaba etnomusicología en la Sorbona. Era un virtuoso del violín , sobrevivió diez años al terrorismo en Argelia y cayó en la puerta del «Casa Nostra». Aurélie de Peretti había ahorrado para venir a París desde Saint-Tropez con una amiga. Hacía meses que les hablaba a sus padres del concierto. Christopher Neuer-Shalter era un apasionado del socorrismo. Quentin Mourier quería plantar huertos urbanos. A Lola Salines le gustaba el roller derby y los cuentos infantiles. Marie-Aimée Dalloz trabajaba en un banco. Lucie Dietrich era la menor de seis hermanos. Madeleine Sadin bailaba swing. Charlotte y Emilie Meaud eran gemelas. Nacieron el mismo día y murieron la misma fatídica noche. Todos amaban la vida.