Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE

Empezando el decimoquinto año de un mandato de cuatro

Mahmud Abás gobierna por decreto y sin ningún control democrático

El presidente palestino, Mahmud Abás
Ramón Pérez-Maura

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Qué fácil es juzgar los acontecimientos políticos con dos varas de medir. El lector/espectador de los medios de comunicación españoles sacaría rápidamente la conclusión de que en Oriente Medio hay un país, Israel, en el que hay un primer ministro inmerso en múltiples casos de corrupción y salido de un sistema autoritario y represivo. En cambio, sus vecinos palestinos serían exactamente lo contrario: una democracia popular que lucha contra Israel para poder asentar sus instituciones. Cosas veredes, amigo Sancho.

Aunque no lo hayamos visto en ningún medio español, el pasado miércoles 9 de enero se cumplieron 14 años desde que fue elegido presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. Fue una elección limpia en opinión de múltiples obsevadores presentes entre los que estaban el ex presidente norteamericano Jimmy Carter, el senador y futuro vicepresidente Joe Biden o el Alto Representante del Consejo para la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea Javier Solana, quien declaró al «New York Times» que «ha sido un muy buen día. El momento es histórico». Aquel día, Abbas fue elegido para un mandato de cuatro años. Ahí sigue, empezando su decimoquinto año en el poder sin más votaciones.

Y si no ha habido más elecciones presidenciales, tampoco ha habido más que una elección parlamentaria: la del Consejo Legislativo Palestino (CLP) que tuvo lugar en 2006. La realidad es que ese CLP ha sido disuelto por Corte Constitucional palestina aunque la sentencia tenía un pequeño problema técnico: el mandato de la Corte había expirado hacía una década cuando disolvió el CLP. Con esos mimbres huelga explicar que Mahmud Abbas gobierna por decreto y sin ningún control democrático. Es decir, como un dictador.

Por supuesto, la doble vara de medir imperante siempre tiene una justificación para los abusos del presidente palestino. La deriva dictatorial de Abbas se justifica porque unas nuevas elecciones pueden acabar con los radicales de Hamas en el poder. No en vano, ya fueron los ganadores de las elecciones legislativas de 2006. Y, por supuesto, la culpa siempre es de Israel, no se sabe por qué, pero lo es. Incluso de que Abbas acabe con toda la oposición democrática a la que reprime con dureza según el último informe de Human Rights Watch.

Sobre todo ello ha escrito un excelente papel («Abbas Celebrates 14th Anniversary of His Four-Year Term») en el Council on Foreign Relations Elliott Abrams, que fue subsecretario de Estado con Ronald Reagan y consejero del presidente George W. Bush. Y como bien dice Abrams, Javier Solana tenía toda la razón cuando decía hace catorce años que era un momento histórico. Y tanto. Las presidenciales de 2005 y las legislativas de 2006 fueron el único atisbo de democracia que han vivido los palestinos. Y eso fue histórico. Porque desde hace una década su forma de gobernar ha derivado hacia la dictadura sin matices. La actividad política en Cisjordania está hoy prohibida. Con la excusa de combatir a los radicales de Hamas se ha impedido el debate público y prohibido toda crítica de su gobierno en el que los casos de corrupción son flagrantes. Y en medio de todo eso la Autoridad Palestina sigue logrando avances en su búsqueda de reconocimiento como Estado en los organismos internacionales. Porque las dictaduras no son buenas. Salvo algunas, claro.

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