Detienen a un sospechoso del incendio de la catedral de Nantes
Se trata de un monaguillo ruandés que fue el último en salir del templo
Ante el trágico incendio de la catedral de Saint-Pierre-et-Saint-Paul, de Nantes, la mañana del sábado, la policía judicial duda entre el incendio voluntario, o involuntario , y el accidente técnico. Historiadores y fuerzas del orden coinciden en un punto, esencial: se trata de un nuevo síntoma del salvajismo que se está propagando por la sociedad francesa.
La policía judicial detuvo y estuvo interrogando todo el fin de semana a un refugiado ruandés de 39 años, que llevaba oficiando como monaguillo ayudando a los sacerdotes a decir misa, ocupándose de diversas tareas materiales de cuidado, vigilancia, apertura y cierre de la catedral.
Las autoridades religiosas de la catedral conocían y confiaban en el refugiado nacido en Ruanda , desde hace varios años, hasta el extremo de confiarle las llaves de la catedral. El refugiado ruandés fue la última persona que estuvo en la catedral antes del incendio. Y él mismo cerró las puertas del edificio, la tarde-noche antes del drama.
Pierre Sennès, fiscal del Estado, se declara muy «prudente» a la hora de sacar conclusiones, matizando su posición de este modo: «Mientras no avance la investigación policial, es muy prematura cualquier conclusión o interpretación de la detención del refugiado que colaboraba con el rector de la catedral . El interrogatorio y detención provisional es un procedimiento normal, que no prejuzga la evolución del caso». Oficiosamente, sin embargo, fuentes policiales confirman que existen contradicciones y «puntos poco claros» en las declaraciones que el refugiado habría hecho a la Policía, de ahí la «prudencia», ante un caso que oscila entre el posible incendio accidental y el posible incendio voluntario, criminal.
Prudencia
El incendio estalló en tres focos dentro de la catedral de manera más o menos simultánea. Pudo ser un accidente material. Pudo ser un error humano. Pudo ser una provocación. El relato parcial y aparentemente confuso del refugiado detenido no aclara con precisión la cadena de sucesos que pudieran precipitar el incendio.
La jerarquía religiosa insiste en su propia prudencia. El refugiado llevaba cuatro o cinco años trabajando en la catedral . Y ayudaba a celebrar la misa y diversas ceremonias religiosas. Según unas fuentes, el refugiado «tenía problemas» para conseguir la renovación de los papeles que justifican su permiso de residencia. Se trataría de un hombre joven taciturno, que habría sufrido «mucho y en sus propias carnes» de las atroces tragedias de su patria natal.
La prudencia oficial, de la jerarquía religiosa, la policía y la jerarquía judicial, contrasta con la convicción íntima de numerosas personalidades. Jean-Louis Thiériot, diputado conservador, ensayista e historiador, comenta: «Una catedral en llamas, un gendarme asesinado, un conductor de autobús apaleado, un bombero herido con arma de fuego, tiros con armas militares en Dijon… síntomas de una misma enfermedad: el aumento dramático de comportamientos salvajes en nuestra sociedad». Sin duda, subraya el diputado Thiériot, «todavía no conocemos el origen exacto del incendio, pero hay quienes piensan que parece probable el carácter personal, voluntario o involuntario de esa atrocidad». Aumento dramático de los comportamientos salvajes que coincide históricamente con el crecimiento llamativo de las profanaciones de iglesias, cementerios y tumbas.
La catedral de Nantes ya sufrió un incendio dramático en 1972. Pasaron quince años, antes que la catedral volviese a abrir sus puertas a los feligreses. Si el incendio del sábado fue un accidente técnico, vuelve a quedar al descubierto el patético estado de conservación de muchos monumentos nacionales.
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