Funcionarios y médicos abren otro fin de semana de protestas en Hong Kong
Detenidos los miembros de un grupo independentista prohibido con una bomba de petróleo, bates y escudos para las manifestaciones
Empieza agosto en Hong Kong igual que acabaron julio y junio: con calor sofocante, los chaparrones del monzón y la agitación social del verano más revuelto desde su devolución a China en 1997. Por noveno fin de semana, la antigua colonia británica se enfrenta a nuevas protestas contra el Gobierno por la ley de extradición a China , suspendida pero no retirada, y la actuación de la Policía para sofocar las manifestaciones , que han derivado en violentos enfrentamientos con los antidisturbios.
Como aperitivo, sendas concentraciones de funcionarios y médicos han congregado este viernes en el centro de la isla a miles de personas (40.000 según sus organizadores y 13.000 tenor de la Policía), la mayoría de otros sectores que han querido sumarse a su protesta. Con más asistencia de la esperada, ambas movilizaciones son muy significativas, porque sus convocantes han sido los propios empleados públicos del Gobierno, que suman 180.000 en la ciudad.
A pesar de las advertencias de las autoridades, que les habían exigido «lealtad» o, al menos, «neutralidad», muchos funcionarios se han acogido a su derecho a manifestarse. «No estoy preocupada y no hay ningún problema en que haya venido aquí fuera de mi horario laboral. Trabajamos para el Gobierno, pero también somos ciudadanos de Hong Kong», explicó a ABC una funcionaria de 50 años que se identificó como Señora A. En su opinión, «con este gesto queremos mostrar nuestro apoyo a los jóvenes manifestantes y luchar por la libertad y la justicia». Aunque reconoció que «muchos compañeros de oficina no han venido y no hablamos de política en el trabajo», aseguró que el lunes se sumará a la huelga general, la primera convocada desde los sangrientos disturbios de 1967 que se cobraron 51 vidas durante la época colonial británica.
En solidaridad con los funcionarios han acudido miles de hongkoneses como Beatrice, una azafata de vuelo de 29 años que mostraba un cartel con las reivindicaciones de la protesta: retirada total de la ley de extradición a China , sobreseimiento de las acusaciones por «revuelta» y liberación de los detenidos sin cargos, investigación del uso de la fuerza policial, dimisión de la jefa del Gobierno, Carrie Lam, y pleno sufragio universal. «Los estudiantes han estado luchando en primera línea y ahora es el momento de que los mayores les relevemos», proponía la azafata, que también pensaba secundar la huelga del lunes.
A unos metros de ella, Stephanie, una embarazada de 30 años que espera un hijo para octubre, justificaba su asistencia por su estado de buena esperanza. «He venido para que mi bebé tenga libertad en el futuro», decía junto a su marido, que la protegía entre la multitud alrededor de los abarrotados Jardines de Chater, en pleno Distrito Central. Con el parque desbordado, ni la lluvia que cayó intensamente durante un rato consiguió echar a los asistentes, que seguían los discursos de los portavoces de la asamblea con paraguas, el símbolo de la revuelta.
Bajo los rascacielos con neones del Banco de China y del HSBC, esta nueva concentración volvió a brillar en la noche cuando sus asistentes encendieron las linternas de sus móviles para gritarle ánimos a Hong Kong y llamar a la huelga general convocada el lunes. Además, el sábado y domingo habrá nuevas manifestaciones y, como en los fines de semana anteriores, se teme que acaben en batallas campales con la Policía.
A la espera de comprobar el seguimiento de las nuevas movilizaciones, los ánimos están muy caldeados tras el arresto de medio centenar de manifestantes el domingo pasado y los miembros de un grupo independentista prohibido el jueves, entre ellos su líder Andy Chan , con una bomba de petróleo, arcos y flechas, bates de béisbol, escudos y material para las protestas. Hong Kong se enfrenta a un fin de semana decisivo donde se verá si estas detenciones disuaden a los manifestantes, sobre todo jóvenes y adolescentes, de echarse a las calles o si, por el contrario, les enfurecen aún más.
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