Al descubierto documentos secretos sobre los campos de reeducación para musulmanes en Xinjiang

El «New York Times» revela la orden del presidente Xi Jinping de confinar a los uigures para atajar el yihadismo

Esta foto de archivo tomada el 31 de mayo de 2019 muestra una torre de vigilancia en una instalación de alta seguridad cerca de lo que se cree que es un campo de reeducación donde están detenidas la mayoría de las minorías étnicas musulmanas AFP
Pablo M. Díez

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Poco a poco se van conociendo más detalles sobre los campos de reeducación para los musulmanes de etnia uigur en la remota región china de Xinjiang, una de las mayores barbaridades desde la « Revolución Cultural » (1966-76). En una impresionante exclusiva, el diario «The New York Times» ha conseguido numerosos documentos del hermético régimen chino que arrojan luz sobre la creación de dichos campos y las explicaciones de las autoridades a las familias de los internos. Sin haber cometido más delito que profesar el islam, allí han sido confinadas cientos de miles de personas – hasta un millón según algunos cálculos – para evitar la propagación del terrorismo yihadista.

A través de las 403 páginas de los 24 documentos filtrados por una fuente interna que oculta su identidad por seguridad, se descubre la orden fundacional del presidente Xi Jinping. Tras una visita a Xinjiang en abril de 2014, después de que terroristas uigures apuñalaran a 150 personas en una estación de tren dejando 31 muertos, Xi lanzó una «guerra total contra el separatismo» usando los « órganos de la dictadura » y sin mostrar «absolutamente ninguna piedad», recoge el NYT. Además de aumentar la vigilancia al más puro estilo «Gran Hermano», había que reeducar a los uigures que mostraran su religiosidad, tuvieran familia en “países musulmanes religiosos” o que se hubieran dejado barba.

Con la llegada en 2016 de Chen Quanguo , secretario del Partido Comunista trasladado desde el Tíbet, se endureció este internamiento masivo en campos que, al principio, el régimen negaba, pero fueron descubiertos con imágenes por satélite. Cambiando después su discurso, Pekín aseguró que eran escuelas de formación profesional para atajar las tendencias terroristas que pudieran tener los internos. En los documentos filtrados, los funcionarios son aleccionados para informar a sus familiares, advirtiéndoles de que es «por su bien» y recomendándoles que no se quejaran. Tal y como han contado quienes han estado en dichos campos, que más bien son cárceles de las que no pueden salir en meses o años, son sometidos a un lavado de cerebro y a duros castigos si oponen resistencia.

Sin negar su autenticidad, el portavoz chino de Exteriores, Geng Shuang, criticó ayer la información y destacó el éxito en la prevención del terrorismo en Xinjiang , una vasta región con petróleo y gas y de suma importancia geoestratégica por sus fronteras con Asia Central.

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