Las democracias frenan la pandemia con más eficacia que los sistemas autoritarios, según RSF
La falta de libertad de prensa impidió a los médicos de Wuhan denunciar los primeros casos de neumonía que se registraban en los hospitales
Con los cadáveres desbordando las morgues italianas, muchas voces comenzaron a cuestionar las cifras oficiales de muertos proporcionadas por China, entretenida en ceñirse una diadema de laureles por la supuesta eficacia con la que había gestionado la pandemia de la Covid-19, como si el régimen hubiera demostrado la ventaja del autoritarismo para enfrentarse a un enemigo silencioso y letal. Publicado a finales de marzo, un informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) arruinó esa ilusión. El Politburó de Pekín, que ahora impone su censura combinando la tecnología más minuciosa con la retórica engolada del siglo pasado, impidió que el brote se contuviera a tiempo. Por la ausencia de medios de comunicación libres, los médicos de Wuhan no pudieron alertar sobre los casos de neumonía que se sucedían en los hospitales. Con 60 infectados en diciembre, el mercado de Hunan no cerró hasta el 1 de enero, a pesar de que había sido frecuentado por muchos de los pacientes. Vigiladas por una lupa roja, las redes sociales tampoco pudieron frenar la tragedia, porque sus publicaciones desaparecen cuando incomodan a las autoridades.
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«Sobre China, no hay información fidedigna porque no hay prensa libre», denuncia Alfonso Armada (Vigo, 1958), presidente de la sección española de RSF, en una conversación mantenida por teléfono. «Antes de la pandemia, ya era un objetivo estratégico para nosotros, porque está marcando pautas muy preocupantes, con la persecución de la minoría uigur, el establecimiento de 200 millones de cámaras de seguridad, el uso del sistema de reconocimiento facial y el cruce de datos. El Estado posee un retrato de cada individuo», añade.
Mejor con democracia
El pasado martes, RSF, que presentó su clasificación anual de la libertad de prensa , donde ordena los países del mundo en función del respeto que profesan por ese derecho , recordó que la censura no tiene nada que ver con la eficacia. De los 180 casos que recoge la lista, China ocupa el puesto 177, seguida por Eritrea (178), Turkmenistán (179) y Corea del Corte (180), una cohorte que suele figurar en los cajones negros de las organizaciones que defienden los derechos humanos. En todos los casos, la falta de transparencia ha sido la tónica general en su lucha contra el virus. Con mejor puntuación, Corea del Sur (42) o Taiwán (43), que han conseguido frenar con éxito la propagación de las infecciones, son ejemplos de que los líderes de las democracias, imperfectos pero sometidos a las urnas y a la vigilancia de los medios de comunicación, cumplen sus funciones con más eficacia que los de un sistema autoritario.
«En Corea del Sur se han celebrado elecciones, y el partido gobernante ha ganado con mayoría absoluta, por la forma tan inteligente y eficaz de gestionar la pandemia», recuerda Armada. «En China, la reacción inmediata fue castigar a los médicos que habían difundido información », contrasta. La crítica no entorpece la labor de las instituciones, sino que expurga sus torpezas.
Riesgo en la UE
En su libro sobre Haile Selassie, el reportero polaco Ryszard Kapuscinski cuenta que el último emperador de Etiopía nunca ponía nada por escrito, limitándose a memorizar la información que consideraba de su interés. Era una manera de protegerse, porque lo que no queda registrado parece que no ha sucedido. En estos días de pandemia, silenciar a la prensa cumple un propósito similar. Sin información, los errores políticos en la gestión de esta crisis no podrán ser denunciados . Reducidas a un número diario, las víctimas se perderán en un montón de estadísticas, donde no figura ni un nombre ni la historia que guarda su paso por el mundo.
La tentación de la censura no seduce solo a China. En la Unión Europea, RSF advierte de la peligrosa deriva autoritaria de varios países. En Hungría (83), el primer ministro, Víktor Orbán, ha logrado establecer el estado de emergencia de manera indefinida, pudiendo castigar con hasta cinco años de cárcel a los autores de las noticias que el Gobierno considere inoportunas. En Polonia (62), las coacciones contra el Poder Judicial y la prensa no son infrecuentes. Sin mirar tan lejos, España (29) tampoco puede presumir de haber sido impecable. Durante semanas, las preguntas en las ruedas de prensa del presidente, Pedro Sánchez, pasaron por el filtro del secretario de Estado de Comunicación, hasta que un manifesto cuestionó la pertinencia de esa práctica. El pasado miércoles, el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizado con la intención de medir el pulso a la sociedad ante la crisis, preguntaba a los ciudadanos si consideraban oportuno limitar la libertad de prensa para frenar la multiplicación de bulos, lo que provocó bastante indignación.
«Lo del CIS nos pareció penoso, una formulación absurda. Fue una medida poco afortunada. Queremos pensar que no fue un globo sonda ni forma parte de una estrategia del Gobierno para recortar la libertad de prensa», lamenta Armada, que también señala que la militancia sociliasta del director del Centro, José Félix Tezanos, no parece la mejor garantía para la independencia de su trabajo. Por eso, desde RSF se proponen impedir que quede dañada la circulación de información independendiente, a pesar de que el desconocimiento sobre las cifras reales de víctimas o la anulación del Portal de Transparencia sean dos pequeñas derrotas para el oficio.